Reflexiones Bíblicas

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Deuteronomio 6, 2-6

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: "Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tú, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: "Es una tierra que mana leche y miel." Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria."

Salmo responsorial: 17

R/Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; / Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. R. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, / mi fuerza salvadora, mi baluarte. / Invoco al Señor de mi alabanza / y quedo libre de mis enemigos. R. Viva el Señor, bendita sea mi Roca, / sea ensalzado mi Dios y Salvador. / Tú diste gran victoria a tu rey, / tuviste misericordia de tu Ungido. R.

Hebreos 7, 23-28

Hermanos: Ha habido multitud de sacerdotes del Antiguo Testamento, porque la muerte les impedía permanecer; como éste, en cambio, permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa. De ahí que puede salvar definitivamente a los que por medio de él se acercan a Dios, porque vive siempre para interceder en su favor. Y tal convenía que fuese nuestro sumo sacerdote: santo, inocente, sin mancha, separado de los pecadores y encumbrado sobre el cielo. Él no necesita ofrecer sacrificios cada día- como los sumos sacerdotes, que ofrecían primero por los propios pecados, después por los del pueblo-, porque lo hizo de una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. En efecto, la Ley hace a los hombres sumos sacerdotes llenos de debilidad. En cambio, las palabras del juramento, posterior a la Ley, consagran al Hijo, perfecto para siempre.

Marcos 12, 28b-34

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" Respondió Jesús: "-El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos." El escriba replicó: "Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios."Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del reino de Dios." Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

COMENTARIOS

DEUTERONOMIO. En las estepas de Moab, Moisés da sus últimas instrucciones al pueblo que se prepara para entrar a la tierra de Canaán. Moisés insiste en lo más importante para que el pueblo tenga vida: cumplir las instrucciones y normas que el Señor ha dado. El texto del Deuteronomio que leemos hoy es el alma, la guía, la hoja de ruta que Israel no puede descuidar ni cambiar por otra cosa, bajo el riesgo de perderse y perecer como nación. La connotación en hebreo del verbo shemá lleva implícito el imperativo de obedecer, poner en práctica; y eso era lo que tenía que haber hecho el pueblo: escuchar obedeciendo, escuchar poniendo en práctica.

La redacción de este pasaje, aunque aparenta ser de una época previa a la conquista y posesión de la tierra, en realidad es de una época en la cual Israel ha probado y experimentado, en carne propia, lo que significa no escuchar, poniendo en práctica, los mandatos y preceptos del Señor. Las experiencias históricas obligan a Israel a aprender qué significa escuchar a su Dios y poner en práctica su Palabra, su instrucción. Israel descubre que los mandatos del Señor no buscan atarlo, cerrarle horizontes, ni poner a todo un pueblo bajo la dirección de un Dios caprichoso. Es un Dios de Vida que sólo busca orientar al pueblo por sendas de vida. Israel no entendió siempre así el propósito de Dios y se fue detrás de otros dioses, y cuando se metió en el proyecto de otras divinidades empezó a perderse, se confundió y resultó siendo peor que otros pueblos que no conocían al verdadero y único Dios. Así pues, después de sobrevivir a las más duras experiencias, Israel vuelve a recordar cuál era desde el principio la propuesta de su Dios: amarlo sólo a Él, buscarlo sólo a Él y no confiarse de ninguna otra propuesta por más llamativa que fuera para no volver a caer en un fracaso peor.

MARCOS. Jesús se encuentra con que su pueblo cumple con una norma de varios siglos. Todos los días, tres veces al día todo israelita varón recita el shemá: «Escucha Israel... el Señor nuestro Dios es uno sólo, a él amarás...», pero ese shemá se quedó sólo en el campo auditivo, y no se ve en el campo de la práctica. Y eso es lo que Jesús denuncia a lo largo de su ministerio: muchas palabras, muchas normas y preceptos, mucho apelo a Dios para todo, muchas frases de la ley en los bordes del manto, en el marco de las puertas, en el brazo, en la frente, pero nada en el corazón, y menos aún en la vida ordinaria, en la práctica cotidiana.

En la comunidad de Marcos se están presentando situaciones similares a las del judaísmo. Lo primero y más importante que los creyentes deben tener en cuenta es que no se trata de una adhesión a una divinidad distinta a la del judaísmo. Por tanto, lo que primero tiene que hacer el cristiano es profesar su fe, amor y adhesión a ese Único Dios en términos de «escuchar» su Palabra y ponerse en función de obedecerle. Ese es el proyecto de vida de Jesús, eso fue lo que movió toda su vida y su obra. A Dios no le interesa otra cosa sino que el amor y adhesión a Él lo vivan sus fieles en el amor mutuo y fraterno. No tiene sentido para Jesús hablar del amor a Dios sin tener en cuenta la única puerta de acceso a Él: el prójimo.