Reflexiones Bíblicas

Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, Ciclo B

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Daniel 12, 1-3

Por aquel tiempo se levantará Miguel, el arcángel que se ocupa de tu pueblo: serán tiempos difíciles, como no los ha habido desde que hubo naciones hasta ahora. Entonces se salvará tu pueblo: todos los inscritos en el libro. Muchos de los que duermen en el polvo despertarán: unos para la vida eterna, otros para ignominia perpetua. Los sabios brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a muchos la justicia, como las estrellas, para toda la eternidad.

Salmo responsorial: 15

R/Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano. / Tengo siempre presente al Señor, / con él a mi derecha no vacilaré. R. Por eso se me alegra el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne descansa serena. / Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R. Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, / de alegría perpetua a tu derecha. R.

Hebreos 10, 11-14. 18

Cualquier otro sacerdote ejerce su ministerio, diariamente, ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, porque de ningún modo pueden borrar los pecados. Pero Cristo ofreció por los pecados, para siempre jamás, un solo sacrificio; está sentado a la derecha de Dios y espera el tiempo que falta hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados. Donde hay perdón, no hay ofrenda por los pecados.

Marcos 13, 24-32

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre."

COMENTARIOS

DANIEL. Cercanos ya al final del año litúrgico, la liturgia de hoy nos presenta, a través de la lectura del Antiguo Testamento y del evangelio, textos relativos al final de los tiempos. El pasaje de Daniel anuncia la intervención de Dios a favor de sus fieles, a través de Miguel, el ángel encargado de proteger a su pueblo. Estas palabras de Daniel hay que enmarcarlas en el marco amplio de todo el libro, cuyo género y estilo corresponden a la corriente apocalíptica bastante popularizada a finales del período veterotestamentario. Todo el libro de Daniel es un llamado a la esperanza, característica principal de toda la literatura apocalíptica. No se trata tanto de una revelación especial de lo que sucederá al final de los tiempos, cuanto de la utilización de imágenes que invitan a mantener viva la esperanza, a no sucumbir ante la idea de una dominación absoluta de un determinado imperio. El texto que leemos hoy es subversivo, pues invita al rechazo del señorío absoluto de los opresores griegos de aquel entonces que, a punta de violencia, se hacían ver como dueños absolutos de las personas, del tiempo y de la historia.

MARCOS. El centro del relato de hoy describe un acontecimiento grandioso: la venida del Hijo del Hombre. La parusía es el término técnico para hablar de esa venida. Y, por lo tanto, constituye una obra plenamente divina, que no está bajo el dominio humano por poderoso que sea. El acontecimiento de la parusía tendrá como consecuencia primera la resurrección de los elegidos. Según esto, el creyente está llamado a un destino triunfal.

La verdadera esperanza, que anima a los seguidores de Jesús, está penetrada de atenta vigilancia. Y cada generación creyente está llamada a enfrentarse con la muerte de tal manera que en ella prenda la vida, porque se ha sido fiel a los hechos, dichos y signos que el Resucitado nos legó durante su vida mortal.

El mensaje de hoy está cargado de positividad y tiene la mayor trascendencia para el futuro humano. El hombre no es una pasión inútil (Sartre); tampoco, un ser destinado a la muerte (Heidegger); y, mucho menos, alguien que termina en la nada (Nietzsche). Sino un hijo del Padre y un hermano del Hijo que, por la acción del Espíritu, está llamado para siempre a la vida, a un vida imperecedera y feliz, iluminada por la gloria de Dios, en la que ya no habrá noche, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo se habrá desvanecido, y el Resucitado reinará para siempre con los suyos.