Reflexiones Bíblicas

Domingo II del Tiempo de Adviento, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Baruc 5, 1-9

Jerusalén, despójate de tu vestido de luto y aflicción y vístete las galas perpetuas de la gloria que Dios te da, envuélvete en el manto de la justicia de Dios y ponte en la cabeza la diadema de la gloria del Eterno, porque Dios mostrará tu esplendor a cuantos viven bajo el cielo. Dios te dará un nombre para siempre: "Paz en la justicia" y "Gloria en la piedad". Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, mira hacia el oriente y contempla a tus hijos, reunidos de oriente a occidente a la voz del Santo, gozosos invocando a Dios. A pie se marcharon, conducidos por el enemigo, pero Dios te los traerá con gloria, como llevados en carroza real. Dios ha mandado abajarse a todos los montes elevados y a las colinas encumbradas, ha mandado llenarse a los barrancos hasta allanar el suelo, para que Israel camine con seguridad, guiado por la gloria de Dios. Ha mandado al boscaje y a los árboles aromáticos hacer sombra a Israel. Porque Dios guiará a Israel con alegría a la luz de su gloria, con su justicia y su misericordia.

Salmo responsorial: 125, 1-2ab. 2cd-3. 4-5. 6

R/El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares. R. Hasta los gentiles decían: "El Señor ha estado grande con ellos." El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. R. Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. R. Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas. R.

Filipenses 1, 4-6. 8-11

Hermanos: Siempre que rezo por todos vosotros, lo hago con gran alegría. Porque habéis sido colaboradores míos en la obra del Evangelio, desde el primer día hasta hoy. Ésta es mi convicción: que el que ha inaugurado entre vosotros una empresa buena la llevará adelante hasta el día de Cristo Jesús. Testigo me es Dios de lo entrañablemente que os echo de menos, en Cristo Jesús. Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia, por medio de Cristo Jesús, a gloria y alabanza de Dios.

Lucas 3, 1-6

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías: "Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios."

COMENTARIOS

BARUC. En un bello poema Baruc canta con fe jubilosa la hora en que el Eterno va a cumplir las promesas mesiánicas, va a crear la nueva Jerusalén, va a dar su salvación. Jerusalén es presentada como una "Madre" enlutada por sus hijos expatriados. Dios regala a Sión, su esposa, la salvación como manto regio, le ciñe como diadema la "Gloria" del Eterno. La Madre desolada que vio partir a sus hijos, esclavos y encadenados, los va a ver retornar libres y festejados como un rey cuando va a tomar posesión de su trono. Le da un nombre nuevo simbólico: "Paz de Justicia-Gloria de Misericordia"; es decir, Ciudad-Paz por la salvación recibida de Dios. Ciudad-Gloria por el amor misericordioso que le tiene Dios.

El tiempo de adviento es tiempo de esperanza y de apertura al cambio: cambio de vestido y de nombre. Cambiar para que todos puedan ver la salvación de Dios.

EVANGELIO. Del pasaje del evangelio de hoy, destacamos tres realidades que se complementan: el profeta, el desierto y un mensaje.

Juan era ante todo un profeta, alguien que sabe tener ojos, oídos y corazón para escuchar, ver y sentir las cosas de Dios como Él mismo las ve y las siente. El profeta es de Dios y para Dios. El primer mandamiento para un cristiano es "dejarse amar por Dios", es decir, ser pobre de espíritu, para dejar que el Señor te penetre y te cambie la vida. Nadie da lo que no tiene. Uno es profeta cuanto se deja trabajar, como Juan, por el mismo Espíritu divino.

El desierto es el lugar de las grandes revelaciones y de los acontecimientos significativos; y, por lo mismo, el lugar del encuentro sincero con uno mismo, con los demás y con Dios. Para vivir en el desierto, como Juan, se precisa voluntad de verdad y de autenticidad. En este tiempo de adviento el desierto es una llamada a vivir hacia dentro y no hacia fuera, a descubrir otras dimensiones y realidades que tal vez estén ahogadas por los ruidos y las mil cosas de cada día.

Finalmente, en el evangelio de hoy, destaca un mensaje: "preparad el camino, allanad los senderos…porque todos tienen que ver al salvación de Dios". Tal vez una parábola sea más elocuente que mil palabras.

Caminaban un maestro y un discípulo. El discípulo pregunta dónde está Dios. El maestro responde que allí mismo, delante de ellos. Entonces, "¿por qué -pregunta el discípulo- tú sí lo ves y yo no?". A lo que responde el maestro: "Por la misma razón que el borracho, aunque va por la carretera, no se percata de ello". Y sentenció: "Mira lo que en tu vida te emborracha; déjalo, y se te mostrará con mayor claridad el Señor".