Reflexiones Bíblicas

Misa de medianoche, Navidad, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Isaías 9,1-3.5-6

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebraste como el día de Madián.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: "Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz." Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho, desde ahora y por siempre. El celo del Señor de los ejércitos lo realizará.

Salmo responsorial: 95

Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo, / cantad al Señor, toda la tierra; / cantad al Señor, bendecid su nombre. R.

Proclamad día tras día su victoria. / Contad a los pueblos su gloria, / sus maravillas a todas las naciones. R.

Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque. R.

Delante del Señor, que ya llega, / ya llega a regir la tierra: / regirá el orbe con justicia / y los pueblos con fidelidad. R.

Tito 2,11-14

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Lucas 2,1-14

En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero. Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad. También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: "No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre." De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: "Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor."  

COMENTARIO

La cara humana de Dios

Siempre es Navidad, aunque a veces no lo es para todos y a veces no lo es para nosotros. La Navidad hay que vivirla. Motivos hay para celebrarla y a lo grande.

La cara divina de Dios no la conocemos, y, curiosamente, es la que más parece dibujarse en nuestra religiosidad deshumanizada. Tan lejos situamos a Dios que se hace duro creer que existe, que podamos tener acceso a Él; y así es difícil que algunos se sientan atraídos, se percaten de que forma parte de su vida y reciban la Buena Noticia.

Navidad es precisamente la manifestación de la cara humana de Dios: acampó entre nosotros hecho hombre, carne, corazón, sonrisa, lágrimas, cansancio, amigo, hijo, currante; come con pecadores y publicanos y escandaliza a los "formales", va de boda y toma vino, y asa un pescado junto a la lancha... y habla de siembra y de pesca para que lo entendamos; quiere salvarnos a todos y si no sería un fracaso. Esta es la cara humana de Dios y eso significa para nosotros Navidad porque vino a descubrírnoslo no con acertijos, suposiciones o supersticiones, sino de Palabra.

De la otra cara de Dios, dice s. Pablo, que "ni el ojo vio, ni el oído oyó", aunque a veces hay algún o alguna fantasma que quiera mostrárnosla. Hoy es Navidad y hay que mirar la cara de Dios que conocemos: Jesús.

Entonces, tantos años de fiesta están justificados; y todavía es poco, porque todo el año es Navidad. La alegría de tener y de querer un niño cuando nace sigue siempre y habría que celebrar, como un amigo mío, el "cumpledías", y no solo el cumpleaños. Por eso Navidad no es para el recuerdo nostálgico de lo que pasó, sino para festejar lo que empezó, como se festeja la vida y el amor. El amor nace y es bonito; pero es mucho más bonito que siga 50 años después; el nacimiento de un niño/a es una maravilla, pero los tres y los quince y los otros son una maravilla mayor. Hoy es Navidad 2006. Sigue siendo Navidad. ¡"Hay que celebrarlo"!

El problema es que a veces no es Navidad para todos, y no por culpa de Dios sino por culpa nuestra que excluimos a los pobres y hacemos de Jesús caricatura y amaneramos el evangelio. Y a veces no es Navidad en nosotros, porque no hay amor en nosotros sino egoísmo. Hoy os deseo que veáis la cara humana de Dios y que se manifieste en nuestra cara.

José María Díaz Bardales