Reflexiones Bíblicas

Domingo II de Cuaresma, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Génesis 15, 5-12. 17-18


En aquellos días, Dios sacó afuera a Abrán y le dijo: "Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes." Y a adió: "Así será tu descendencia." Abrán creyó al Se or, y se le contó en su haber. El Se or le dijo: "Yo soy el Se or, que te sacó de Ur de los Caldeos, para darte en posesión esta tierra." Él replicó: "Se or Dios, ¿cómo sabré yo que voy a poseerla?" Respondió el Se or: "Tráeme una ternera de tres a os, una cabra de tres a os, un carnero de tres a os, una tórtola y un pichón." Abrán los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres, y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sue o profundo invadió a Abrán, y un terror intenso y oscuro cayó sobre él. El sol se puso, y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Se or hizo alianza con Abrán en estos términos: "A tus descendientes les daré esta tierra, desde el río de Egipto al Gran Río Éufrates."

Salmo responsorial: 26

R/El Se or es mi luz y mi salvación.

El Se or es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Se or es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? R. Escúchame, Se or, que te llamo; ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: "Buscad mi rostro." R. Tu rostro buscaré, Se or, no me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio. R. Espero gozar de la dicha del Se or en el país de la vida. Espera en el Se or, sé valiente, ten ánimo, espera en el Se or. R.

Filipenses 3, 20-4, 1

Hermanos: Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Se or Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. Así, pues, hermanos míos queridos y a orados, mi alegría y mi corona, manteneos así, en el Se or, queridos.

Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la monta a, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compa eros se caían de sue o; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle." Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

COMENTARIOS

GÉNESIS. Salir es un movimiento de lo cerrado a lo abierto. Abraham hubo de salir de la cultura cerrada al espacio abierto del encuentro con Dios, que es aventura y esperanza. Se fía de la promesa de Dios y ése es su mérito

Ahora está metido en su tienda; ha de salir afuera, a mirar la gran tienda celeste y en ella los innumerables ejércitos del Se or; de los cálculos menudos a lo incalculable que Dios ha hecho y controla.

También en sus entra as hay algo encerrado, la descendencia que ha de salir fuera para multiplicarse. También un día esa descendencia habrá de repetir el movimiento de salida, de la esclavitud a la posesión de la tierra.

Así heredará Abraham: entrando él en la muerte; los que de él salen heredarán.

La oración que hacemos con el salmo es ésta: "el Se or es mi luz y salvación, a quién temeré". Los creyentes debemos dar testimonio de que confiamos en Dios y nos entregamos a sus designios. El creyente es un buscador de caminos nuevos, porque no está satisfecho con la vida que lleva. Este es el ejemplo de Abraham. Y Dios se le manifiesta, le hace una promesa y se compromete con él en Alianza. Así, con una confianza inquebrantable transforma su vida.


EVANGELIO. La experiencia de la transfiguración supone para los discípulos que acompa an a Jesús a lo alto del monte un estímulo para su fe, al tiempo que les abre un horizonte de plenitud, aunque no lo pueden comprender todavía. Pero ello les permite confiar aún más en su maestro. Y, aunque confundidos por los acontecimientos de su pasión y muerte, podrán superar su crisis de fe y reconocer al Resucitado.

Mientras vamos haciendo el camino de la fe no nos queda sino agarrarnos, en los momentos de duda, a estas experiencias de transfiguración, de promesas de Dios que nos hablan de su fidelidad, de su empe o salvador, de su lealtad y amor. Pretender que estos momentos no sucedan es imposible. La duda acompa a y acompa ará siempre al creyente en su camino, pues forma parte de la misma fe. Nace de la debilidad de la criatura que se asombra y estremece ante la oferta del creador, que le desborda y supera inmensamente. Pero ahí está la entereza de quien ha percibido en lo hondo de su corazón la promesa del Se or, la voz de quien le guía y conduce a una tierra que aún no conoce.

En medio de la cotidianidad de la vida y ante un horizonte en que se presenta sin tapujos la ambigüedad del destino humano, se resalta la verdadera identidad de Jesús, cargada de gloria. El mismo Padre testimonia la filiación divina de Jesús y le da a conocer entre testigos cualificados tanto del cielo como de la tierra.