Reflexiones Bíblicas

Domingo VI de Pascua, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

Hechos de los apóstoles 15, 1-2. 22-29

En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse. Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los apóstoles y presbíteros sobre la controversia.

Los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron entonces elegir algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas Barsaba y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta carta: "Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo.

Nos hemos enterado de que algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud."

Salmo responsorial: 66

R/Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. R.

Que canten de alegría las naciones, porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. R.

Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Que Dios nos bendiga; que le teman hasta los confines del orbe. R.

Apocalipsis 21, 10-14. 22-23

El ángel me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.

Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.

Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.

A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas.

La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.

Santuario no vi ninguno, porque es su santuario el Señor Dios todopoderoso y el Cordero.

La ciudad no necesita sol ni luna que la alumbre, porque la gloria de Dios la ilumina y su lámpara es el Cordero.

Juan 14, 23-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.

El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.

Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.

La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo a vuestro lado." Si me amárais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo."

COMENTARIOS

HECHOS. Para los cristianos ya no es necesario hacer ritos externos alejados de la justicia y del amor misericordioso de Dios. En el cristianismo hombres y mujeres somos iguales, y en el Bautismo adquirimos todos la dignidad de hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia. Creemos necesario realizar una constante purificación del corazón, para que tanto hombres como mujeres logremos limpiarnos del egoísmo, del odio, de la mentira y de todo aquello que nos degenera.

EVANGELIO. Jesús dice: amarlo a Él equivale a guardar su palabra, llevándola a la práctica. Y su palabra-mensaje no fue otra cosa que la construcción de una sociedad diferente, donde las relaciones entre los hombres no sean de 'lobo a hombre'.

No es fácil guardar esta palabra del Maestro. Por guardar la palabra del Padre, Jesús sufrió la persecución, el rechazo, la soledad y el abandono de todos. Algo similar sucederá a todos los que, cristianos o no, hayan ligado su suerte a la del pueblo, como Jesús.

Dios ha elegido, para vivir, una residencia nueva: el ser humano, la persona que elige el amor como forma de vida, el grupo en el que se ha establecido el amor como única norma de convivencia. Es la ciudad nueva que se describe en el libro del Apocalipsis.

La empresa no es fácil. Será necesaria una fuerza más grande que la que cualquier humano posee. Esa fuerza es el Espíritu que Jesús promete, el Espíritu del Padre que Él posee en plenitud y que ahora anuncia a sus discípulos, que será su valedor en todo momento, y, especialmente, cuando los ataques arrecien o las fuerzas disminuyan. Su papel será recordar, desde dentro del hombre mismo, el mensaje de Jesús, que es el mensaje del Padre, recordar el mandamiento nuevo, el proyecto de convertir este mundo en un mundo de hermanos, y proporcionar la fuerza necesaria para actuar en consecuencia.

La paz que nos promete Jesús no es la paz de los cementerios, ni el silencio de los muertos. Paz es la felicidad que se logra mediante la experiencia del amor compartido; paz es el resultado de convertir este mundo en un mundo de hermanos.