Reflexiones Bíblicas

La Ascensión del Señor, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

Hechos de los apóstoles 1, 1-11

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios.

Una vez que comían juntos, les recomendó: "No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo."

Ellos lo rodearon preguntándole: "Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?"

Jesús contestó: "No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo."

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: "Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse."

Salmo responsorial: 46

Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor es sublime y terrible, emperador de toda la tierra. R.

Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R.

Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.

Hebreos 9, 24-28; 10, 19-23

Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros.

Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces -como el sumo sacerdote, que entraba en el santuario todos los años y ofrecía sangre ajena; si hubiese sido así, tendría que haber padecido muchas veces, desde el principio del mundo. De hecho, él se ha manifestado una sola vez, al final de la historia, para destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo.

Por cuanto el destino de los hombres es morir una sola vez. Y después de la muerte, el juicio.

De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos.

La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación al pecado, a los que lo esperan, para salvarlos.

Hermanos, teniendo entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús, contando con el camino nuevo y vivo que él ha inaugurado para nosotros a través de la cortina, o sea, de su carne, y teniendo un gran sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero y llenos de fe, con el corazón purificado de mala conciencia y con el cuerpo lavado en agua pura.

Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa.

Lucas 24, 46-53

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.

Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto."

Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.

Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.

Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

COMENTARIOS

    HECHOS. Las apariciones de Jesús tienen como finalidad afirmar la continuidad de la presencia de Jesús en medio de la comunidad y, por otra parte, apremiar a la comunidad apostólica para que inicie la tarea de propagación del Evangelio "a toda criatura".

    Es lo que podríamos denominar el "tiempo de la comunidad", en el cual se podrá ciertamente seguir experimentando la presencia de Jesús, pero ya no físicamente vivo, sino a través de su Espíritu.

    Los discípulos no pueden quedarse mirando al cielo, como esperando en forma pasiva o contemplativa a ver cuándo ellos también serán llevados al cielo. Ellos "ascenderán" también, pero sólo cuando hayan realizado la parte de la misión que el Señor les tiene señalada. Si la Resurrección la leemos desde la aparición de los ángeles de la Ascensión que llaman la atención a los apóstoles por quedarse mirando alelados al cielo (Hch 1,10-11), entenderemos el deseo de Cristo resucitado de que su iglesia mire hacia la tierra, donde queda su gran misión: anunciar la redención a tantos seres humanos esclavizados en el cuerpo y en el espíritu.

    EVANGELIO. La escena de la ascensión constituye el acto final de la actuación de Jesús con los suyos. Quien actúa ahora no es el Jesús terreno, sino el Cristo Resucitado, que transmite esperanza a sus íntimos y les prepara para llevar a cabo el anuncio de la Buena Noticia como testigos privilegiados del evangelio salvador. Correspondía a la voluntad divina y a sus designios salvíficos, que el Mesías sufriera y muriera antes de entrar en la gloria. Resulta imposible el encuentro con Dios y la salud humana al margen de estaa muerte y resurrección.

    Vivimos obsesionados por ascender. El que ascendió al cielo ante los ojos atónitos de sus discípulos fue el que descendió y no dudó en hacerse el último de todos, el esclavo de todos («tomó la condición de esclavo») y fue uno de tantos, puesto a la cola de los pecadores. Éste fue un tema constante en la predicación de Cristo: «Los últimos serán los primeros», dijo. Hay una sana obsesión del Señor en el evangelio porque sabe que es nuestro gran peligro: creernos los mejores, superiores a los demás, y ascender a los primeros puestos. «No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser el primero, que sea el servidor de todos». Su vida fue un exponente de la anti-ascensión: nació pobre y marginado; vivió oculto y alejado de los centros de poder; pasó haciendo el bien y juntándose con los pobres, los pecadores y los que no tenían presencia ni relevancia social; «Cuando des un banquete invita a los pobres, a los cojos, a los que no puedan pagarte», dijo; vivió como un peregrino, sin techo, y murió como un apestado y rodeado de violencia inhumana.