Reflexiones Bíblicas

Domingo XVIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS    

Eclesiastés 1, 2; 2, 21-23

¡Vanidad de vanidades, dice Qohelet; vanidad de vanidades, todo es vanidad!

Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto,

y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado.

También esto es vanidad y grave desgracia.

Entonces, ¿qué saca el hombre de todos los trabajos y preocupaciones que lo fatigan bajo el sol?

De día su tarea es sufrir y penar, de noche no descansa su mente.

También esto es vanidad.

Salmo responsorial: 89

R/Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.

Tú reduces el hombre a polvo, diciendo: "Retornad, hijos de Adán." Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó; una vela nocturna. R.

Los siembras año por año, como hierba que se renueva: que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. R.

Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo? Ten compasión de tus siervos. R.

Por la mañana sácianos de tu misericordia, y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. R.

Colosenses 3, 1-5. 9-11

Hermanos: Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.

Porque habéis muerto, y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis, juntamente con él, en gloria.

En consecuencia, dad muerte a todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría.

No sigáis engañándoos unos a otros.

Despojaos del hombre viejo, con sus obras, y revestios del nuevo, que se va renovando como imagen de su Creador, hasta llegar a conocerlo.

En este orden nuevo no hay distinción entre judíos y gentiles, circuncisos e incircuncisos, bárbaros y escitas, esclavos y libres, porque Cristo es la síntesis de todo y está en todos.

Lucas 12, 13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús: "Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia."

Él le contestó: "Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?"

Y dijo a la gente: "Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande

sobrado, su vida no depende de sus bienes."

Y les propuso una parábola: "Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos:

¿Qué haré? No tengo donde almacenar la cosecha."

Y se dijo: "Haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida."

Pero Dios le dijo: "Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será? "

Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios."

COMENTARIOS

COLOSENSES. La intención de la carta a los cristianos de Colosas es afirmar la supremacía de Jesucristo por encima de toda realidad cósmica, terrena o supraterrena. El bautismo introduce al cristiano en la posesión ya presente de la salvación, no como algo conseguido de manera estática, sino en movimiento, en progreso, dinámico, en combate. El bautismo nos une a Cristo y nos hace participar de sus riquezas. La fuente de toda moral humana es la unión con Cristo, a la que se llega por el bautismo. Sin este fundamento, la vida será un conjunto de recetas y normas que hay que cumplir. La condición de personas nuevas se va renovando cada día según la imagen del creador.

Esta renovación es espiritual, es decir, bajo la acción del Espíritu, el mismo que movió a Jesús en su existencia terrena. El "hombre viejo" es egoísta, mentiroso, esclavo de sus apetencias... El "hombre nuevo" es bondadoso y compasivo, volcado y preocupado por los demás, comunitario, misericordioso, comprensivo, hace del amor la norma de su vida...; con los demás actúa de la misma manera que Cristo ha actuado. Ese es el ser humano nuevo.

En la comunidad de hombres y mujeres nuevos y nuevas, recreados por el Espíritu a imagen de Cristo, todos somos iguales, no hay categorías ni clases sociales. Lo llena todo, no hay lugar para otras aspiraciones, intenciones... es la gran verdad de esa comunidad, de cada hermano, por eso no cabe la mentira y el engaño.

LUCAS. A Jesús, como Maestro, se le acercan dos hermanos en litigio y le suplican que ponga orden, que haga justicia. Jesús sabe ponerse en su sitio: Él no ha venido al mundo como juez jurídico, legal. Va más allá de lo externo: "Él sacará a la luz los pensamientos íntimos de los hombres", va a la raíz de los problemas, que está en el corazón del ser humano. Para Él es más importante desenmascarar la codicia que nos domina, que hacer valer los derechos de cada uno.

Lo primero es la justicia. Pero puede ocurrir que cuando tengamos lo justo, lo que nos corresponde como hijos y hermanos, ambicionemos más.

"Felices los que tienen el espíritu del pobre, porque suyo es el Reino de los Cielos" No ambicionar nada más de lo necesario, agradecer lo que ya tenemos, lo que hoy se nos regala, ése es el espíritu del pobre. No son las posesiones las que nos dan la vida. "Él, Jesús, es nuestra riqueza." "Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia".

Todos conocemos personas avaras, con muchas riquezas materiales que viven andrajosamente, sin capacidad de disfrutar lo que tienen. Eso es amasar riquezas para sí y no ser ricos ante Dios. Enriquecerse en Dios, es vivir como Jesús; enriquecerse en Dios es amasar una única fortuna: la del amor, la de las buenas obras con los más pequeños y desfavorecidos.