Reflexiones Bíblicas

Domingo XXI del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS    

Isaías 66, 18-21

Así dice el Señor: "Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mi gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén -dice el Señor-, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes, y levitas" -dice el Señor-.

Salmo responsorial: 116

R/Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos. R.

Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R.

Hebreos 12, 5-7 11-13

Hermanos: Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: "Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos."

Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz.

Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando.

Uno le preguntó: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?"

Jesús les dijo: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos";

Y él os replicará: "No sé quiénes sois."

Entonces comenzaréis a decir.

"Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas."

Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados."

Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos."

COMENTARIOS

HEBREOS. Estas líneas de Hebreos sobre la "pedagogía divina" son un esfuerzo por comprender y hacer eficaces las circunstancias adversas con las que tiene que enfrentarse una y otra vez el creyente en todos los ámbitos de su existencia. Pablo revela la misma preocupación en una frase muy conocida de sus cartas: Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien (Rm 8,28).

La instrucción se cierra combinando un texto de Isaías (35,12), claramente adaptado al contexto, con otro del mismo capítulo de Proverbios (3,26): la palabra de la Escritura, con la que había comenzado la instrucción, sirve además para aplicarla al caso concreto de los destinatarios del escrito, a los que se invita a esforzarse para que cualquier circunstancia negativa, lejos de agravar su situación, contribuya a su propio bien.

LUCAS. La salvación necesita esfuerzo, semejante al que pone aquél que logra entrar por una puerta estrecha, no fácil de traspasar si no se hacen los debidos tanteos para poder cruzar su umbral de la forma conveniente. Lo que quiere decir: sin lucha no se consigue nada valioso. Jesús desea estimular a sus oyentes, urgirles a tomar la decisión correcta, siempre situándoles en la auténtica dinámica de los elegidos, obedientes a los planes de Dios.

No nos salvamos por nuestros esfuerzos, pero sin ellos tampoco podemos lograr la vida, ya que Dios desea siempre nuestra colaboración libre y consciente. La acción salvífica del Padre se abre a todos los que estén dispuestos a acogerla, desarrollarla y testimoniarla.

No basta entonces, haber recibido el bautismo y participar en el banquete de la eucaristía, si estas acciones con van acompañadas de la decisión personal en favor de Jesús, de la obediencia a sus palabras y del proseguimiento de su misión.