Reflexiones Bíblicas

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS     

Éxodo 32, 7-11. 13-14

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés: "Anda, baja del monte, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un novillo de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: "Éste es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto.""

Y el Señor añadió a Moisés: "Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo."

Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios: "¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: "Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre.""

Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.

Salmo responsorial: 50

R/Me pondré en camino adonde esta mi padre.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado. R.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. R.

Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. R.

1Timoteo 1, 12-17

Querido hermano:

Doy gracias a Cristo Jesús, nuestro Señor, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio.

Eso que yo antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.

Pero Dios tuvo compasión de mí, porque yo no era creyente y no sabía lo que hacía.

El Señor derrochó su gracia en mí, dándome la fe y el amor en Cristo Jesús.

Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero.

Y por eso se compadeció de mí: para que en mí, el primero, mostrara Cristo Jesús toda su paciencia, y pudiera ser modelo de todos los que crearán en él y tendrán vida eterna.

Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lucas 15, 1-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: "Ése acoge a los pecadores y come con ellos."

Jesús les dijo esta parábola: "Si uno de vosotros tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos para decirles: "¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido."

Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y si una mujer tiene diez monedas y se le pierde una, ¿no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas para decirles:

¡Felicitadme!, he encontrado la moneda que se me había perdido."

Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta."

También les dijo: "Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna."

El padre les repartió los bienes.

No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.

Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.

Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer.

Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros."

Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo.

Su hijo le dijo:

"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."

Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."

Y empezaron el banquete.

Su hijo mayor estaba en el campo.

Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.

Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."

Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."

El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.""

COMENTARIOS

ÉXODO. El texto comienza resaltando algo que será una constante en la historia bíblica: la conciencia del pueblo de haber sido siempre infiel a Dios.

Y Dios resuelve destruir a esta masa de enfervorecidos idólatras. Pero esta reacción choca con la actitud de Moisés.

Moisés recuerda, hace tomar conciencia al Señor de a quién va a castigar con su ira: es su pueblo, al que sacó de Egipto con gran poder y mano robusta; es decir, por el que tanto se interesó; cuyas voces de dolor y sufrimiento escuchó; es la descendencia de sus siervos Abrahán, Isaac y Jacob... ¿Cómo va a olvidar Dios todo esto y borrar de la faz de la tierra a los israelitas por muy grande que sea su pecado?

EVANGELIO. La intencionalidad del evangelista es ofrecer un exultante mensaje: la alegría entusiasta al recuperar lo perdido de especial valor. Se trata del gozo cristiano de la salvación, que con tanta fuerza y convicción resalta Lucas en distintas partes de su obra.

Nos centramos en la parábola de la oveja perdida, sobre todo en su mensaje final: Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

El mensaje que Jesús nos transmite aquí es inaudito. Ningún fundador de religión, ningún sabio ni místico, por grande que fueran, se había atrevido jamás a afirmar algo semejante, que a muchos, sobre todo, los que se consideran buenos, puede parecerles escandaloso, indigno de un verdadero profeta.

Pero Jesús, que conoce como nadie el corazón del Padre, así nos lo ha enseñado, de modo tan claro y tajante que no deja lugar a dudas. Y Jesús, el intérprete auténtico del pensar, sentir y obrar de Dios, no nos engaña, ni se engaña. Con nuestros prejuicios o condicionantes del tipo que sean, no podemos cambiar el corazón divino, que está lleno de bondad, grandeza y perfección. Más bien conviene ajustar el nuestro, tan pequeño y ruin en no pocas ocasiones, al suyo. Esa actitud está llamada a prevalecer entre los verdaderos discípulos de Jesús.

Sólo percibe con justeza la realidad religiosa, quien se deja tocar por el amor de Dios y cambia su corazón de piedra por un corazón de carne de acuerdo con el latir divino.