Reflexiones Bíblicas

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 


2Reyes 5, 14-17

En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Eliseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: "Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor." Eliseo contestó: "¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada." Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: "Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor."

Salmo responsorial: 97

R/El Señor revela a las naciones su salvación.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad. R.

2Timoteo 2, 8-13

Querido hermano:

Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David.

Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada:

Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.

Es doctrina segura: si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.

Lucas 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: "Jesús, maestro, ten compasión de nosotros."

Al verlos, les dijo: "Id a presentaros a los sacerdotes."

Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.

Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo: "¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?"

Y le dijo: "Levántate, vete; tu fe te ha salvado."

COMENTARIOS

2REYES. Omitimos algunos detalles interesantes que nos ofrece el texto y destacamos que el profeta, abandonando las prácticas acostumbradas en estos casos, pide a Naamán que se bañe siete veces en el Jordán. Un río de poca importancia a juicio del general sirio. Todo va trascurriendo para dejar claro que algo grande va a ocurrir y que no va a ser debido a otra fuerza que a la del Dios de Israel.

Naamán se baña en el Jordán las veces indicadas por el Eliseo, y se cura. Así demuestra el profeta cuál es la grandeza de su Dios. Realmente las aguas del Jordán no son milagrosas, y el profeta ni siquiera ha tocado al enfermo... todo se ha obrado por la fuerza de Dios y la confianza que en Él ha puesto su profeta.

El autor de nuestro relato ha pretendido dejar claro que sólo el Dios de Israel es el verdadero Señor, sólo en Él hay salvación para el pueblo. Así lo confiesa el extranjero: Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel.

Naamán se lleva de Israel una carga de tierra para, sobre ella y ya en su casa, ofrecer culto al Dios de Israel, reconociendo y agradeciendo así su curación. Como vemos que hace también el samaritano en el evangelio volviendo de nuevo a Jesús para darle las gracias.

LUCAS. Los leprosos eran social y religiosamente excluidos en la sociedad del tiempo de Jesús. Ésta se protegía contra ellos manteniéndoles lejos para que no contagiasen a los sanos y puros. Los leprosos dirigen a Jesús una súplica tomada de los salmos: "ten compasión de nosotros", porque Dios es compasivo y clemente, paciente, misericordioso y fiel (Ex 34,6) que agracia a los desgraciados. En el acto penitencial al comienzo de la eucaristía también le dirigimos a Cristo la misma súplica: "Señor, te piedad de nosotros". Solamente uno de los diez, doblemente marginado por su condición de leproso y samaritano (extranjero), es el que reconoce que la curación se ha producido por su confianza y adhesión a Jesús a quien reconoce como Señor porque sólo ante Dios se postra uno en tierra. Los otros nueve, quizá pensaron que la curación era algo que se les debía. El milagro supone la fe y si ésta no existe no hay milagro. Levántate, vete, tu fe te ha salvado. "Levántate" es signo de una vida nueva recuperada y "vete" es el comienzo de una vida misionera movilizada por el agradecimiento.

No sabemos agradecer la vida, ni el amor, ni la bondad fundamental de las personas. Para agradecer es preciso superar ese egocentrismo inmaduro en el que el mundo empieza y termina en uno mismo. Para agradecer es preciso superar la indiferencia que nos insensibiliza a todo lo que no redunde en beneficio propio. Para agradecer es preciso superar la rutina que nos puede sumergir en una vida carente de auténticas satisfacciones humanas. Para agradecer es preciso superar la tristeza interior que capta sólo lo desagradable y desalentador e impide ver la bondad que hay a nuestro alrededor. Para agradecer es preciso superar las actitudes hipercríticas, viendo siempre los defectos de los demás y considerando que quienes no son tan negativos como nosotros son unos infelices o ingenuos.