Reflexiones Bíblicas

Domingo XXIX del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 

Éxodo 17,8-13

En aquellos días, Amalec vino y atacó a los israelitas en Rafidín.

Moisés dijo a Josué: "Escoge unos cuantos hombres, haz una salida y ataca a Amalec. Mañana yo estaré en pie en la cima del monte, con el bastón maravilloso de Dios en la mano."

Hizo Josué lo que le decía Moisés, y atacó a Amalec; mientras Moisés, Aarón y Jur subían a la cima del monte.

Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. Y, como le pesaban las manos, sus compañeros cogieron una piedra y se la pusieron debajo, para que se sentase; mientras Aarón y Jur le sostenían los brazos, uno a cada lado.

Así sostuvo en alto las manos hasta la puesta del sol.

Josué derrotó a Amalec y a su tropa, a filo de espada.

Salmo responsorial: 120

R/El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. R.

No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. R.

El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche. R.

El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre. R.

2Timoteo 3, 14-4, 2

Querido hermano: Permanece en lo que has aprendido y se te ha confiado, sabiendo de quién lo aprendiste y que desde niño conoces la sagrada Escritura; ella puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.

Toda Escritura inspirada por Dios es también útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud; así el hombre de Dios estará perfectamente equipado para toda obra buena.

Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: "Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: "Hazme justicia frente a mi adversario."

Por algún tiempo se llegó, pero después se dijo: "Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.""

Y el Señor añadió: "Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?"

COMENTARIOS

ÉXODO. El relato representa los distintos peligros y enemigos que tendrá que vencer Israel hasta llegar a poseer la tierra que el Señor le va a dar. El autor deja bien claro por qué y cuándo los israelitas vencen a sus atacantes: Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel, mientras la tenía bajada, vencía Amalec. Es decir, las débiles fuerzas humanas de los fugitivos de Egipto eran socorridas por las de su Dios, que combatía junto con ellos; ante esa unión era imposible derrotarlos. En cambio, si no hay unión entre ellos, si el pueblo no recibe el apoyo de Dios, es una presa fácil para el enemigo.

La asistencia divina está claramente expresada en la acción intercesora de Moisés, en su gesto de alzar las manos sosteniendo en ellas el bastón que Dios le había dado. Con su gesto, Moisés implora de Dios su ayuda para el pueblo, y la recibe eficazmente, de modo que los israelitas vencen a los agresores.

La insistencia y la constancia son, como veremos en el evangelio, fuente de eficacia, también, para la oración. En toda empresa humana, el creyente deberá buscar el auxilio del Señor, el apoyo de aquél que "no duerme ni reposa", que vela por las necesidades de los suyos.

LUCAS. Jesús, en la parábola, nos inculca la insistencia y perseverancia en la oración. Para ello el creyente necesita una fe adecuada, que, para ser verdadera, incluye una confianza ilimitada en el poder divino. Y no podemos dar por hecho que tendremos esa fe en el Padre, si no orientamos siempre toda nuestra vida hacia Él.

La fe constituye el verdadero fundamento de la oración y la oración robustece la fe. Ambas son inseparables, se condicionan mutuamente y se determinan por entero en la consecución de su objetivo. La fe, como la oración, tienden a encontrar al Padre en el quehacer de cada día como principio incluso de la propia actuación.