Reflexiones Bíblicas

Domingo XXX del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 

Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

El Señor es un Dios justo, que no puede ser parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las súplicas del oprimido; no desoye los gritos del huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus penas consiguen su favor, y su grito alcanza las nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.

Salmo responsorial: 33

R/Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha.

Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R.

El Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria. Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. R.

El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos. El Señor redime a sus siervos, no será castigado quien se acoge a él. R.

2Timoteo 4, 6-8. 16-18

Querido hermano:

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente.

He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo."

El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo:

"¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "

Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido."

COMENTARIOS

ECLESIÁSTICO. Con los profetas han denunciado en todas las épocas el desvalimiento de los humildes en los tribunales, y la facilidad con que los poderosos eran absueltos por los jueces. Proclamarán contra éstos duras y terribles amenazas. Huérfanos y viudas son, como sabemos, la figura típica que representa a las capas desvalidas de la sociedad de la época. Sin nadie que los defienda, buscan su amparo en los jueces, pero éstos desoyen sus causas y se desentienden de sus necesidades. Pero Dios, que es juez por encima de todos ellos, no hace oídos sordos a sus súplicas, y sus penas consiguen su favor.

Los gritos de los humillados, que no encuentran respuesta en los lugares en que se imparte justicia en nombre de Dios, sí son escuchados más allá de las nubes, donde mora el Juez justo. Y desde allí, desde lo alto, recibirán respuesta justa a sus causas. Su grito de socorro atraviesa las nubes y hasta alcanzar a Dios no descansa... y el juez justo le hace justicia.

Esta enseñanza sapiencial tiene dos consecuencias. La primera es confiar en la justicia divina, aunque quien la busque sea pobre. La segunda, que el creyente la imite siempre en su vida, y obre en todo momento conforme al proceder divino, escuchando siempre a todos, incluso a los más humildes.

LUCAS. En la tradición bíblica, el concepto de pobre es muy cercano al de "humilde". El humilde -hombre y mujer- es, por una parte, quien no se envanece de su dotación personal, ni de su status social, ni de sus recursos económicos. Es, por otra parte, quien no se pavonea de una historia excelente, de una conducta intachable. Sabe que no tiene sentido ningún alarde ante Dios, para el que nuestra intimidad es trans- parente. Sabe cuántas veces ha dejado de amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como él mismo quisiera ser amado.

Jesús condena la oración y religiosidad que es autoafirmación del yo autocomplaciente; la oración de quien no necesita cambiar; de quien no pide nada a Dios porque nada necesita; de quien se siente seguro y con derechos ante Dios; de quien sólo ve el mal fuera; de quien desprecia al hombre que no es como él.

Jesús alaba la oración de un ateo práctico y ladrón. El publicano conoce al Dios compasivo y misericordioso. Tiene una correcta percepción de la generosidad benevolente de Dios, de su hermandad con lo humano y de su propia miseria.

La parábola del fariseo y el publicano nos hace ver qué fácil resulta a la falsa religiosidad caer en la hipocresía. Dios siente únicamente debilidad por el hombre que no se engrandece a sí mismo, por el humilde.