Reflexiones Bíblicas

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 

Sabiduría 11, 22-12,2

Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.

Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido?

¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado?

Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

Todos llevan tu soplo incorruptible.

Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.

Salmo responsorial: 144

R/Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. R.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. R.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas. R.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. R.

2Tesalonicenses 1, 11-2, 2

Hermanos: Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima.

Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.

Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: "Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa."

Él bajo en seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador."

Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: "Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más."

Jesús le contestó: "Hoy ha sido la salvación de esta casa; también este es hijo de Abrahán.

Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido."

COMENTARIOS

SABIDURÍA. El autor reconoce que, para Dios, el mundo es absolutamente frágil: el mundo entero es ante ti como un grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero... ¿Hay algo más débil e insignificante que lo señalado en estos ejemplos? Y sin embargo, esta es la razón por la que Dios se muestra compasivo: Te compadeces de todos, porque todo lo puedes. Es la pequeñez de las criaturas, o, dicho de otro modo, la grandeza del poder divino, lo que motiva la compasión del supremo soberano. Dios muestra su poder y su absoluta grandeza con el ejercicio de su misericordia. Su moderación no revela impotencia, ignorancia o debilidad, sino todo lo contrario. Nadie puede ser tan compasivo como el Señor porque nadie es tan poderoso como él.

LUCAS. Un magnífico ejemplo de este proceder divino es el texto evangélico de hoy. Todos cerrarían las puertas de su casa a Zaqueo, pero Jesús la abre. Esa puerta abierta permite al pecador Zaqueo reconocer su pecado y abrirse así a la conversión.

Todos los que rodean a Jesús no entienden el trato deferente que dispensa a un reconocido pecador, odiado por su rapiña. Para Zaqueo, en cambio, ese encuentro va a marcar para siempre el rumbo posterior de su vida. Este buen hombre, a pesar de su pésima fama, aprovecha con prontitud la oportunidad que se le brinda y sabe cambiar al instante de comportamiento.

Siguiendo el comportamiento de Zaqueo y acogiendo la salvación de Jesús como él hizo, cada uno de nosotros está llamado a actuar de manera honrada, compensar cualquier injusticia cometida, practicar la limosna de forma efectiva, mostrar largueza con los desvalidos y asegurar la limpieza tanto exterior como interior. El Jesús que se manifestó como amigo de los pecadores y salvador de los perdidos, sale hoy al encuentro de cada uno de nosotros, como en su día salió al encuentro de Zaqueo, para testificar nuestra conversión, ofrecernos su perdón y conducirnos a la salvación con su infinita compasión y su misericordia entrañable que excede toda medida. Dichosos nosotros, si adoptamos un comportamiento semejante al de aquel hombre, a quien recuerdan todas las generaciones cristianas por la gratitud manifestada a Jesús y por la pronta conversión incoada en el justo momento.

Un evangelio que no necesita mucha glosa. Bastaría disponer el corazón, volver a contemplar la escena paso a paso y dejarse fascinar por cada detalle como si presente me hallase.