Reflexiones Bíblicas

Domingo I de Adviento, Ciclo A

Cristo, Rey del Universo

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 

Isaías 2,1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos. Dirán: "Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor." Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

Salmo responsorial: 121

R/Vamos alegres a la casa del Señor.

Qué alegría cuando me dijeron: / "Vamos a la casa del Señor"! / Ya están pisando nuestros pies / tus umbrales, Jerusalén. R.

Allá suben las tribus, / las tribus del Señor / según la costumbre de Israel, / a celebrar el nombre Señor; / en ella están los tribunales de justicia, / en el palacio de David. R.

Desead la paz a Jerusalén: / "Vivan seguros los que te aman, / haya paz dentro de tus muros, / seguridad en tus palacios". R.

Por mis hermanos y compañeros, / voy a decir: "La paz contigo". / Por la casa del Señor, nuestro Dios, / te deseo todo bien. R.

Romanos 13,11-14

Hermanos: Daos cuenta del momento en que vivís; ya es hora de despertaros del sueño, porque ahora nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer. La noche está avanzada, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad. Nada de comilonas ni borracheras, nada de lujuria ni desenfreno, nada de riñas ni pendencias. Vestíos del Señor Jesucristo.

Mateo 24,37-44

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán. Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

COMENTARIOS

ISAÍAS. Se abre este tiempo de Adviento con una visión del profeta Isaías que alcanza a entrever en medio de la turbulencia política, económica, social y religiosa que le tocó vivir. La voz del profeta, de algún modo, tiene que despertar en el pueblo sencillo la esperanza de tiempos nuevos y mejores. Los pueblos todos tendrán como lugar de encuentro con su Dios el templo de Jerusalén. Ya no será necesario que cada pueblo se erija lugares o templos distintos. La figura del templo de Jerusalén sirve al profeta para trabajar la idea de la paternidad universal de Dios que no excluye a ninguno, y que a todos ama con entrañas de misericordia .

Pero esta época hermosa, marcada por la unidad ideal del profeta, donde Dios será Padre y Juez de todos, no vendrá por "generación espontánea". El profeta pone también los elementos en torno a los cuales la división, los odios y la violencia tienen que ceder para dar espacio al inicio de ese futuro que espera ahí la iniciativa humana. Tenemos entonces la superación de la violencia armada convirtiendo las armas (lanzas) en podaderas o herramientas de trabajo. Signo claro de que el trabajo, las oportunidades iguales para todos, no puede más que redundar en paz y bienestar, donde nadie tendrá que preocuparse por adiestrarse para la guerra. La imagen del tiempo nuevo, motivo de esperanza, pero también de esfuerzo humano, queda completada: no basta con que todos los pueblos acudan al mismo monte, al mismo templo, también tienen que esforzarse por generar un tipo de relaciones óptimas para todos. Ese es el signo de que todos caminan bajo la misma "legislación" divina o, mejor, bajo su misma paternidad, lo cual tiene que producir ese gran gozo que proclama el salmo: ¡qué alegría poder estar en la casa del Señor... ya están pisando nuestros pies...!

MATEO. Ante la venida del Señor, el ser humano puede adoptar distintas actitudes. Bastantes bautizados vivimos dormidos. Preferimos no pensar y seguir el ritmo que marca la sociedad. Vivimos obsesionados por la búsqueda del bienestar material, del placer y del poder. Otros vivimos una vida religiosa marcada por la superficialidad, la rutina y la distracción. Como consecuencia de ello resulta imposible esperar la venida del Señor.

Ante la contemplación de esta realidad, la actitud prudente y sabia, como nos recuerda Jesús, es la de vigilar y velar, a tomar en serio el momento concreto de nuestra existencia y actuar con lucidez superando la rutina. Un cristiano no puede olvidar nunca que lo que da valor y sentido a toda la existencia es la meta final.

Esta vigilancia no debe llevarnos a una obsesión tensa pensando en la salvación personal, sino que ha de animarnos a una atención serena, para vivir con fidelidad la misión que el Señor nos confía cada día. La actitud vigilante debe ayudarnos a revisar el espacio que ocupa Dios en nuestra vida. Al entrar en comunión de vida con Él, podremos ser testigos de los valores del Reino sin dejarnos atrapar por los criterios del mundo.