Reflexiones Bíblicas

III Domingo de Adviento, Ciclo A

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

INTRODUCCIÓN A LAS LECTURAS 

Isaías 35,1-6a.10

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: "Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará." Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

Salmo responsorial: 145

R/Ven, Señor, a salvarnos.

El Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, / hace justicia a los oprimidos, / da pan a los hambrientos. / El Señor liberta a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos al ciego, / el Señor endereza a los que ya se doblan, / el Señor ama a los justos, / el Señor guarda a los peregrinos. R.

Sustenta al huérfano y a la viuda / y trastorna el camino de los malvados. / El Señor reina eternamente, / tu Dios, Sión, de edad en edad. R.

Santiago 5,7-10

Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros, para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor.

Mateo 11,2-11

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: "¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?" Jesús les respondió: "Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!"

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan: "¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: "Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti." Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él."

COMENTARIOS

ISAÍAS. Nos narra Gn 1,1 que al principio todo era caos, no había vida. El profeta Isaías prácticamente compara al pueblo de Israel con esa misma situación.

En el momento en que Isaías escribe el horizonte de la comunidad judía era de caos, de no vida. Ante un panorama tan negativo, el profeta, hombre tocado por el Espíritu, tiene la misión de generar vida. Así como en el Génesis, del caos se va pasando a la armonía y hermosura de la creación, así el profeta va despertando el entusiasmo de los desterrados poniendo delante de ellos las imágenes más atractivas de la naturaleza.

El destierro es el caos en el cual han tenido que enfrentar la realidad de muerte, y de allí volverán a salir a la vida. El Dios, que del caos creó el cosmos, volverá a actuar una nueva creación; no cabe duda de que su poder es incomparable.

El poder del Dios de Israel no se mide por la fuerza ni por la dominación; se mide sobre todo por su amor y su misericordia. Los israelitas podrán estar tranquilos, porque en la nueva creación, quien estará el frente de todo será el mismo Dios que creó cielos y tierra y que un día hizo opción por lo más débil.

MATEO. El camino trazado por el Padre y asumido por Jesús para llevar a cabo la obra de la redención no solo era motivo de escándalo y desconcierto para muchos judíos, sino para el mismo Juan. Jesús ciertamente era el Mesías de Dios, pero el modo de llevar a cabo su misión no era el que muchos esperaban. Por eso encontrará el rechazo de los poderosos, la incomprensión de los escribas y el desprecio de los fariseos. Su actuación y sus enseñanzas, incluso provocarán dudas en los mismos discípulos, pues no acaban de entender que el más importante en el Reino de los cielos es el servidor de todos y les costará asumir la centralidad de la cruz en la vida del Maestro y en la suya.

Para seguir al Señor y para que él sea en verdad nuestro Salvador, es necesario conocerle y acogerle como Él es y no como nos gustaría que fuese. El Señor se manifiesta en la pobreza de su nacimiento y en la humildad de la carne. En el niño recostado en el pesebre, que pasó por el mundo haciendo el bien y curando las dolencias de sus hermanos y que venció el pecado y la muerte resucitando al tercer día según las Escrituras, se hace presente el Mesías, el Señor, el Hijo de Dios vivo.