Jueves Santo, día del amor fraterno 

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J





Jesús determina, con su acción del lavatorio, cuál ha de ser el principio fundamental que presida la vida de la Iglesia (comunidad de Jesús) fundada por Él: el amor y servicio recíprocos.

El servicio se ha vivido históricamente como una ocupación de los de abajo: los siervos. Quizá modernamente el servicio se ha recuperado un poco por el uso y aplicación a otros niveles, y porque el servicio es una necesidad, pagada y regulada laboralmente. Pero, de cualquier modo, ponerse a servir es algo que pocos apetecen. Hay, sin embargo, ejemplos de gente que sirve simplemente por amor, sin correspondencia de la otra parte; "sirvo aunque tú no me sirvas". Por un servicio así, gratuito, descubrimos el lado más humano y valioso de la vida y nos reconciliamos con nuestros lados más negativos y deficientes.

Jesús es el gran servidor del hombre y de la comunidad, imagen de cómo Dios mismo sirve a la vida. Pedro no entiende este servicio; pero el servicio de la entrega final de Jesús es la culminación de todo su servicio. No entenderle como servidor es no entenderle como Mesías nuevo. A partir de él, el servicio es la ley que constituye a la comunidad y su verdadero distintivo.

La Iglesia (comunidad de Jesús) y la comunidad humana han de definirse como comunidad servidora. Así, por el servicio, hay que medir la verdad de la Iglesia (comunidad de Jesús) y de la comunidad creyente. Podemos llegar a decir que no es una cuestión de caridad o de solidaridad, sino el eje sobre el que gira la comunidad y el cimiento que la constituye. Sin él, no hay comunidad de Jesús. "Una Iglesia, comunidad creyente, que no sirve, no sirve para nada" (J.Gaillot). Vale también para la comunidad humana. Porque el servicio ennoblece al ser humano y da carga de humanidad a las relaciones entre las personas. Servir al pueblo de verdad es la base de la acción social y política; servir a la comunidad de seguidores/as es la base de la Iglesia; servir a la persona concreta, de verdad, es la base de la relación que potencia a la persona. Nunca la persona se yergue más sobre su estatura que cuando se abaja a servir.

Jesús dice taxativamente que está entre nosotros «como quien sirve» (Lc 22,27). Su manera de servir no es ejemplarizante y "a tiempo parcial", sino total y "a tiempo completo". La suya ha sido una vida servidora con todo el corazón.

Quien sirve es la persona más positiva y el creyente más veraz. Para entender el servicio de esta manera es preciso amar la vida y la persona como tales, por encima de sus deficiencias. 

El servicio de los cristianos ha de apuntar a curar el lado más herido. Ése es su campo primordial porque ése ha sido el campo de Jesús.