Reflexiones Bíblicas

San Marcos 9,41-50

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno. Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. 

Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal, y vivid en paz unos con otros." 

COMENTARIOS

El seguimiento de Jesús es un camino difícil, y exige una búsqueda sincera y honesta que permita reconocer todo lo que nos aleja y nos distrae de la meta.

El evangelio comienza valorando todo esfuerzo, por pequeño que sea, que vaya en la dirección del Reino: incluso un vaso de agua ofrecido generosamente es importante y será recompensado por Dios. En un segundo momento Jesús hace un llamado serio y contundente a sus seguidores. ¡Cuidado con escandalizar a uno solo de estos pequeños! Una vez más la opción del Evangelio por los pequeños pide una atención especial que tiene como punto de partida el respeto y la valoración hacia los pequeños. Dañar a uno de ellos podría merecer la pérdida de la vida, y la total destrucción en el fondo del mar.

Esto exige vivir en continuo discernimiento, evaluando lo que en la vida es acorde o contrario al plan de Dios. No hay que ir muy lejos, pues la ocasión de errar el camino no está fuera de la persona sino en ella misma: su propia mano, sus pies, o sus ojos. Jesús así, propone un camino de sinceridad y de trabajo permanente sobre sí mismo. Un esfuerzo que no es fácil pues en ocasiones el mal y el egoísmo están tan arraigados a nosotros como nuestro cuerpo y no es fácil desprendernos de él. Pero sólo este esfuerzo garantizará la pureza del mensaje que llevemos, pues irá acompañado del testimonio. La paz y la armonía en las relaciones fraternas son la sal que da sabor al mundo, y es el mayor don que pueden ofrecer a la Humanidad los seguidores de Jesús.