Reflexiones Bíblicas

San Marcos 2,18-22

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, los discípulos de Juan y los fariseos estaban de ayuno. Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: "Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?" Jesús les contestó: "¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no pueden ayunar. Llegará un día en que se lleven al novio; aquel día sí que ayunarán. Nadie le echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto, lo nuevo de lo viejo, y deja un roto peor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos."

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El nuevo pueblo de Dios o nueva comunidad es fruto de la Nueva Alianza pactada por Dios en Jesús. La «absoluta novedad» que ha venido con él la expresa el Señor con las comparaciones del paño nuevo y del vino nuevo, que no cuadran con vestidos viejos o cueros añejos, porque los hacen estallar. Tiene que surgir un nuevo Israel apto para recibir el nuevo don de Dios en Cristo, ese Espíritu que es un vino infinitamente superior al agua purificadora del Bautista.

En nuestra era de un ecumenismo más clarividente, no cabe duda de que nuestros hermanos mayores en la fe, el pueblo judío, siguen siendo pueblo de Dios y camino válido de salvación para ellos, incluso si se hacen cristianos. Dios nunca ha roto su Alianza con Israel. La Nueva Alianza es gracia sobreañadida en Cristo; no ruptura con las promesas y dones del Primer Testamento. Judíos y cristianos seguimos esperando igualmente la venida del reinado de Dios y la instauración en nuestro mundo y nuestra historia de aquella justicia por la que clamaron y murieron los grandes profetas de la Antigua Alianza.

La Iglesia no es el reino, ni un anticipo del mismo, sino su humilde servidora y buscadora. Es también un lugar donde puede acontecer ya en parte ese reinado; pero también puede dar cabida en su interior al antirreino, como otros ámbitos de la realidad, religiones o instituciones humanas. De nuestra sincera renovación depende que no se malogren la vestidura nueva y el vino vivificador de la Nueva Alianza sellada en Cristo el Señor.