Reflexiones Bíblicas

San Marcos 3,1-6

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, entró Jesús otra vez en la sinagoga, y había allí un hombre con parálisis en un brazo. Estaban al acecho, para ver si curaba en sábado y acusarlo. Jesús le dijo al que tenía la parálisis: "Levántate y ponte ahí en medio." Y a ellos les preguntó: "¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer lo bueno o lo malo?, ¿salvarle la vida a un hombre o dejarlo morir?" Se quedaron callados. Echando en torno una mirada de ira, y dolido de su obstinación, le dijo al hombre: "Extiende el brazo." Lo extendió y quedó restablecido. En cuanto salieron de la sinagoga, los fariseos se pusieron a planear con los herodianos el modo de acabar con él.

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Jesús actúa con su poder liberador en favor de quien vive atrofiado bajo el dominio de los líderes judíos. Una vez más se enfrenta a éstos y reivindica al ser humano por encima de la ley. Pero al sentir que por causa de Jesús pierden autoridad sobre el pueblo, los fariseos se alían con los poderes políticos de Galilea, encabezados por Herodes Antipas, para acabar con él

Mientras Jesús liberaba de espíritus inmundos o de enfermedades, lo dejaron actuar sin problemas. Cuando libera de la sumisión a las normas y a sus controladores, éstos deciden acabar con el Liberador.

La libertad es uno de los atributos esenciales con que Dios creó al ser humano. Es uno de los valores que se ha de procurar y defender incluso con la vida. Por cierto, no es un valor absoluto, y debe estar siempre al servicio de la verdad y sobre todo de la vida. Pero la propia historia eclesial tiene demasiados hechos negativos contra la libertad. Y el cristianismo actual tiene también posturas fundamentalistas que se parecen demasiado a la intolerancia que condenamos en otros grupos religiosos, étnicos, culturales o políticos. Jesús ha sido enteramente «el hombre libre» y liberador; incluso respecto de los ideas sacras sobre Dios y su ley, cada vez que degradan u oprimen al ser humano, sobre todo al pequeño y marginado, al tenido por «pecador», y también al que se cree «hijo privilegiado de Abraham», despreciador de sus hermanos. El amor necesita absolutamente de la libertad; y el Padre Dios, así como su Hijo, no quieren saber de otro dominio que no sea el del amor radicalmente libre y gratuito.