Reflexiones Bíblicas

San Marcos 3,20-21

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús fue a casa con sus discípulos y se juntó de nuevo tanta gente que no los dejaban ni comer. Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque decían que no estaba en sus cabales.

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Jesús vuelve a casa, tal vez a la de alguno de sus seguidores. El grupo necesita un poco de descanso. Pero la gente se agolpa para escucharlo y ver los signos que realiza, de modo tal que ni el Señor ni los discípulos tienen siquiera tiempo para comer.

Marcos pretende realzar la actividad misionera de Jesús y sus discípulos, y con tal objeto nos aporta este delicado detalle: no tenían tiempo ni para comer.

Entre tanto se ha propalado el rumor de que Jesús está fuera de sí; loco. Por eso sus parientes van a buscarlo, para rescatarlo de la multitud que lo agobia de esa forma inhumana, llevárselo y preocuparse de su situación.

Cuando la tarea evangelizadora se asume con pasión, agota. Y por supuesto, genera serias contradicciones. Pero la fuerza del Evangelio nadie la puede detener, porque está dinamizada por el Espíritu mismo de Dios. Los grandes apóstoles y evangelizadores han pospuesto el propio descanso y hasta sus necesidades más básicas, imbuidos de tal forma por su "manía" evangelizadora que no llega a ser raro el que se corra la voz de que son desquiciados mentales.

Cuando se vive impregnado del Espíritu de Jesús nada puede detener al verdadero apóstol; ni las falsas acusaciones de los adversarios ni la tendencia proteccionista de parientes y amigos.

Pablo de Tarso, paradigma del apóstol, se jactaba sin ruborizarse: "A lo que otros se atreven yo también me atreveré, aunque sea hablar como loco…Empiezo a hablar como un loco; yo lo soy más que ellos: por mis numerosas fatigas; por el tiempo pasado en cárcel; por los golpes recibidos, sin ninguna comparación. ¡Cuántas veces me encontré en peligro de muerte! Cinco veces los judíos me condenaron a los 39 azotes; tres veces me apalearon; una vez fui apedreado; tres veces naufragué, y una pasé un día y una noche en alta mar..." Y continúa describiendo sus locuras (2Co 11,21-33).

No importa que nos tilden de locos si hemos puesto el corazón y la vida en el Evangelio de Jesús. Más aun, pareciera que las falsas acusaciones ratifican la autenticidad del Evangelio y el testimonio del evangelizador.