Reflexiones Bíblicas
San Marcos 3,31-35

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: "Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan." Les contestó: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?" Y, paseando la mirada por el corro, dijo: "Éstos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre."

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Ahora son la madre y los hermanos de Jesús quienes le buscan. Pero su actitud es de encuentro. No se trata ya de parientes que lo crean loco, como los que aparecieron días atrás para llevárselo. María, la discípula por excelencia, conoce bien a su hijo; la que ha recomendado "hagan lo que él les diga" puede dar a la familia plena fe de la cordura de Jesús. Sin embargo el evangelista señala que ellos "se detuvieron fuera", sin incorporarse al círculo que rodea a Jesús para oír su predicación. Aun cuando Lucas lo atribuye al gentío que se lo impedía (Lc 8,19), ese detalle da pie a Jesús para enfatizar quiénes componen realmente su familia, por encima de los lazos sanguíneos: sólo quienes hacen suya la Palabra y se ponen en actitud de seguimiento pertenecen a su círculo familiar. Lucas se preocupará de reiterar que María, la madre de Jesús, es de esta forma miembro predilecto y cabal de la familia Jesús, porque "escucha la palabra y la guarda en el corazón" (Lc 1,38;1,45;2,19;2,51;11,27-28).

No somos cristianos ni privilegiados por el solo hecho de pertenecer nominalmente a una institución eclesiástica, cumplir una serie de preceptos o realizar ciertos ritos ceremoniales en forma periódica; menos aun si los asumimos como una forma de lucimiento personal. Somos cristianos, es decir, discípulos de Jesús, si asumimos a cabalidad, con toda la mente, el corazón y en forma práctica, la voluntad de Dios revelada en Jesús