Reflexiones Bíblicas
San Marcos 4,35-41

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"

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Quienes han vivido la experiencia de una tempestad en medio del mar, saben muy bien la angustia que se siente. En el contenido catequético de este pasaje, el mar simbolizaba el lugar de donde salían todos los males. Jesús viaja con los discípulos luego de una fuerte jornada de actividad misionera. Viene la tempestad, y los discípulos se desesperan mientras él duerme plácidamente. Lo despiertan, y le reclaman su "irresponsabilidad" por ignorar olímpicamente las zozobras a las que ellos se encuentran enfrentados. El Señor les demuestra una vez más su poder acallando a los vientos y al mar con un par de palabras, y los increpa a ellos por su falta de fe y confianza.
Nuestra barca familiar, comunitaria, eclesial o social se ve sacudida continuamente por fuertes vientos de persecución o conflictos por causa del compromiso con el Evangelio. Perdemos entonces la confianza, es decir, el horizonte, y nos desesperamos o caemos en actitudes pesimistas. Sin embargo, ahí está Jesús, recordándonos que nunca nos abandona; pero tenemos que confiar en él y en la comunidad para superar las borrascas y proseguir sin temor la construcción del reino. ¿Acaso es necesario que él esté visible, despierto y afanado igual que nosotros, para que dejemos de ser cobardes y tengamos fe?