Reflexiones Bíblicas

San Marcos 1,40-45

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: "Si quieres, puedes limpiarme." Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero: queda limpio." La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: "No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés." Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo; se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes. 

Jesús aparece aquí como el que libra del mal. Para ello, necesita la fe de quien lo busca. Este leproso manifiesta una total confianza en Cristo, una gran fe a su poder. Pero junto con esto podemos descubrir en Jesús, nuevamente, una gran compasión por el sufrimiento humano.

Sin compasión en el corazón, nuestra disposición, al acercarnos a los demás, es inadecuada y estamos cerrados a la comprensión. Jesús nos recuerda que la compasión es la capacidad de sentir en nuestra carne lo que el prójimo está sintiendo en la suya. Compadecer es "padecer con", es saber entrar en la sensibilidad de nuestros semejantes para hacerla nuestra. La compasión no es desprecio ante la debilidad ajena, es incorporar a nuestra experiencia el dolor del otro, ya sea pequeño o grande. Como el sufrimiento es susceptible de ser compartido, la compasión se convierte en presupuesto para la comunicación humana auténtica y es cimiento de las relaciones cristianas.

No seamos duros ni siquiera en las cosas justas: oigamos con respeto a quienes tenemos que corregir, pues comprendemos que quien se equivoca, sufre. Debemos amar a quien toma decisiones equivocadas en épocas malas de su vida, pero que necesita una compasión exenta de complicidades culpables y una sabia comprensión para reorientarse. No es tarea exclusiva de sacerdotes y directores espirituales, sino de hermanos y amigos cristianos.