Reflexiones Bíblicas
San Marcos 8,11-13

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



En aquel tiempo, se presentaron los fariseos y se pusieron a discutir con Jesús; para ponerlo a prueba, le pidieron un signo del cielo. Jesús dio un profundo suspiro y dijo: "¿Por qué esta generación reclama un signo? Os aseguro que no se le dará un signo a esta generación." Los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

COMENTARIOS

Los fariseos piden a Jesús un signo del cielo. Llama la atención esta petición, porque los pasajes anteriores han estado llenos de signos. ¿Qué clase de señales están pidiendo los adversarios incrédulos? ¿No basta con los signos que ratifican la fe del pueblo sencillo que se apretuja siguiendo a Jesús? Las acciones milagrosas realizadas por el Maestro favorecen por sobre todo a los pobres y los excluidos (impuros) del sistema legal. Estos signos son la confirmación de la fe de sus destinatarios; fe de la que carece la mayor parte de los poderosos en Israel. Es claro que Jesús no busca un espectáculo grandioso. No quiere la fama. Esto no lo podían entender los fariseos, enfermos de ostentación y apariencias. También a los discípulos, como se verá más adelante, les cuesta entender. Tal vez por eso el Señor suspira como decepcionado. O bien podrá ser que suspira profundamente para contener las invectivas que tienden a brotarle ante la contumacia de sus detractores.

Las señales milagrosas de Jesús no son para acrecentar su poder temporal. Están orientadas a satisfacer las necesidades de la gente y hacer palpables los bienes del reino.

No necesitamos hacer cosas espectaculares para suscitar o recuperar la fe de la gente. El mejor signo es el testimonio de una vida coherente según la voluntad de Dios. Nuestra comunidad cristiana ¿es un signo de la presencia salvífica de Dios en medio del pueblo? Nuestro estilo de vida ¿manifiesta los valores profundos del mensaje evangélico?