Reflexiones Bíblicas
San Marcos 11,27-33

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



En aquel tiempo, Jesús y los discípulos volvieron a Jerusalén y, mientras paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntaron: "¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?" Jesús les respondió: "Os voy a hacer una pregunta y, si me contestáis, os diré con qué autoridad hago esto: El bautismo de Juan ¿era cosa de Dios o de los hombres? Contestadme." Se pusieron a deliberar: "Si decimos que es de Dios, dirá: "¿Y por qué no le habéis creído?" Pero como digamos que es de los hombre..." (Temían a la gente, porque todo el mundo estaba convencido de que Juan era un profeta.) Y respondieron a Jesús: "No sabemos." Jesús les replicó: "Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto."

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v. 27 a Y llegaron de nuevo a Jerusalén

Llegada a Jerusalén, donde se prevén reacciones a la denuncia del templo hecha el día antes por Jesús.

v. 27b Mientras Él paseaba por el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes, los letrados y los senadores...

Aunque los dirigentes traman su muerte (11,18), Jesús se pasea solo por el templo, sin que se mencionen sus discípulos. Mientras que los dirigentes tienen miedo de Él (11,18), Él no lo tiene de ellos.

Se le acercan los tres grupos que componían el Sanedrín o Gran Consejo, exponentes de los tres poderes: el religioso-político (los sumos sacerdotes, aristocracia sacerdotal), el intelectual (los letrados, teólogos y juristas) y el económico (los senadores, aristocracia civil). La presencia de los tres grupos, el Consejo en pleno, indica la gravedad de la situación.

v. 28 ... y le preguntaron: «¿Con qué autoridad actúas así?, o sea, ¿quién te ha dado la autoridad para actuar así?»

Le hacen dos preguntas: la primera quiere saber qué clase de autoridad se atribuye Jesús para hacer lo que hace, la segunda, quién se la ha dado. A su entrada en Jerusalén Jesús ha sido aclamado como Mesías, y la expulsión de los mercaderes era fácil de interpretar como un gesto mesiánico. Los dirigentes no consideran por un momento si la actuación de Jesús estaba justificada, si su denuncia correspondía a un abuso real. Pero, como representantes y custodios de la institución, afirman tener autoridad legftima, procedente en último término de Dios, y tienen derecho a saber de labios de Jesús qué títulos ostenta que justifiquen su actuación. Intentan llevarlo al terreno jurídico.

vv. 29-31 Jesús les contestó: «Os voy a hacer una pregunta; contestádmela y os diré con qué autoridad actúo así. El bautismo aquel de Juan, ¿era cosa de Dios o cosa humana? Contestadme». Ellos razonaban, diciéndose unos a otros: «Si decimos "de Dios", dirá: "Y entonces, ¿por qué no le creísteis?"»

Jesús quiere desenmascarar la mala voluntad de los dirigentes, que impide toda posibilidad de diálogo. Hace su pregunta, aunque prevé que no van a contestarla (contestádmela y os diré), porque cualquier respuesta los comprometería. Los dirigentes quieren juzgar sobre la procedencia del mesianismo de Jesús, pero no pueden hacerlo sin definirse antes sobre la procedencia del bautismo de Juan, precursor de Jesús. Les pide una opinión sobre la actividad de Juan Bautista, que tampoco tenía credenciales jurídicas. La pregunta que les hace: ¿era cosa de Dios o cosa humana?, es la misma que puede hacerse sobre su pretensión mesiánica. Y está claro que ellos, los administradores de la «cueva de bandidos», no han hecho caso de la exhortación de Juan a la enmienda.

vv. 31-32 ... pero si decimos «cosa humana» ... (Tenían miedo del pueblo, porque todo el mundo pensaba que Juan había sido realmente un profeta.)

Los dirigentes se muestran inseguros, ponderando los pros y los contras de cada alternativa. Querrían decir que el bautismo de Juan era cosa humana, pero no se atreven, tienen miedo al pueblo si contradicen una persuasión arraigada (que había sido un profeta). En cualquier caso ven amenazado su poder.

v. 33 Y respondieron a Jesús: «No lo sabemos». Jesús les replicó: «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad actúo así».

Optan por no pronunciarse, mostrando su mala fe. Sus motivaciones nada tienen que ver con Dios, cuya invitación han rechazado en la persona de Juan: buscan conservar su poder y salvaguardar sus intereses. Para ello, lo más conveniente es mantener una postura ambigua que no los comprometa. Con ello, sin embargo, no podrán condenar el mesianismo de Jesús ni desautorizarlo. Tendrán que tolerar su enseñanza y, más tarde, prenderlo a traición.

Jesús no responde a la mala fe.