Reflexiones Bíblicas
San Marcos 12,35-37

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



En aquel tiempo, mientras enseñaba en el templo, Jesús preguntó: "¿Cómo dicen los escribas que el Mesías es hijo de David? El mismo David, inspirado por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha, y haré de tus enemigos estrado de tus pies." Si el mismo David lo llama Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?" La gente, que era mucha, disfrutaba escuchándolo.

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v. 35 Mientras enseñaba en el templo, abordó Jesús la cuestión preguntando: «¿Cómo dicen los letrados que el Mesías es hijo de David?»

Después de las controversias y preguntas, Jesús reanuda su ense anza en el templo (11,17). Desde la entrada en Jerusalén y la aclamación mesiánica de la multitud (11,9s), estaba pendiente la cuestión de su mesianismo. Ahora Jesús la aborda, poniendo públicamente en duda la validez de la doctrina que los letrados ense an al pueblo sobre el Mesías, al que llaman hijo/sucesor de David.

Muchos textos del AT que hablaban de la dinastía de David se habían aplicado al Mesías (2 Sm 7,16, promesa de Dios a David; Is 9,6; 11,1; Ez 34,24) y sobre ellos se basaba la doctrina de un Mesías descendiente y sucesor de David, un segundo David, rey guerrero y victorioso, que restauraría la gloria de Israel como nación, liberando con la fuerza al pueblo del dominio extranjero. La gente ha aclamado a Jesús, viendo en Él a ese Mesías e identificando su llegada con la del «reinado de nuestro padre David» (11,10). Tal había sido también la invocación del ciego, figura de los discípulos, a la salida de Jericó (10,47: «¡Hijo de David, Jesús!»).

v. 36 «David mismo, movido por el Espíritu Santo, dice: "Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies"».

Jesús va a refutar esta doctrina con palabras atribuidas a David mismo. Cita el Sal 110,1, texto bien conocido e interpretado en sentido mesiánico, del que Jesús afirma que fue pronunciado bajo la inspiración del Espíritu, lo que equivale a decir que refleja el designio de Dios. El argumento de Jesús es el siguiente: no puede ser hijo / sucesor de David ni un segundo David, aquel a quien David llama «Señor», pues, al llamarlo así, David se proclama vasallo de ese futuro rey. En consecuencia, el Mesías no será sólo rey de Israel ni David será su modelo: será muy superior a Él en dignidad y su reino será mucho más vasto que el de David. Israel será vasallo de ese reino.

v. 37 «David mismo lo llama Señor; entonces, ¿de dónde sale que es hijo suyo?» La multitud, que era grande, disfrutaba escuchándolo.

Jesús rechaza así el mesianismo davídico nacionalista, fomentado por la enseñanza oficial (letrados) y deshace todo equívoco en el pueblo sobre su propio mesianismo. La restauración del trono de David y la hegemonía de Israel sobre los demás pueblos no son más que una ilusión y son incompatibles con el designio universal de Dios (cf. 8,33: «la idea de Dios»; 3,14: Israel, al servicio de los demás pueblos).

La descalificación que hace Jesús de la enseñanza de los letrados encuentra un eco favorable en la multitud que lo escucha. La frase (disfrutaba escuchándolo) es, sin embargo, paralela a la que usó Mc (6,20) acerca de Herodes. Este escuchaba con gusto a Juan Bautista, pero acabó dándole muerte. También la multitud que ahora escucha con gusto a Jesús acabará poniéndose del lado de sus opresores para darle muerte (15,11-13). A la larga, el nacionalismo y la violencia tendrán más atractivo para ella que la propuesta de Jesús