Reflexiones Bíblicas
San Marcos 2, 13-17

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él y les enseñaba. Al pasar vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: "Sígueme". Se levantó y lo siguió. Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían, un grupo de recaudadores y otra gente de mala fama se sentaron con Jesús y sus discípulos. Algunos letrados fariseos, al ver que comía con recaudadores y otra gente de mala fama, les dijeron a los discípulos: "¡De modo que come con recaudadores y pecadores!"

Jesús lo oyó y les dijo: "No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores".

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Hasta ahora Jesús ha invitado a seguirlo a hombres integrados en el pueblo de Israel. Ahora, llevando a la práctica el mensaje universalista que ha expuesto, invita a un personaje, Leví, que, aunque de origen judío, es considerado, a causa de su profesión (recaudador), un descreído sin Ley, prácticamente un pagano, y que, por ello, está excluido de Israel.

Jesús lo llama como a los cuatro primeros (1,16-21a). Los que estaban religiosa y socialmente marginados y excluidos de la alianza entran en el Reino de Dios lo mismo que los que proceden del judaísmo. Muestra así Jesús el amor de Dios a todos los hombres: todo individuo, de cualquier religión, creencia o catadura moral, que esté dispuesto a cambiar de vida, es apto para el Reino.

La ruptura de Leví con su pasado de injusticia está expresada por la oposición entre estaba sentado y se levantó. Abandona su estilo de vida para seguir a Jesús.

Su casa/hogar (posesivo ambiguo, de Jesús y de Leví) es figura de la nueva comunidad del Reino (banquete mesiánico), compuesta de dos grupos: el de los discípulos (primera vez que se usa esta denominación), al que pertenecen los primeros llamados (1,16-21a), que procedían del judaísmo (cf. Is 54,13), y el grupo de los otros seguidores, muy numerosos, que no proceden de él (excluidos de Israel). La postura de los comensales (estar recostado, reclinarse) es la propia de hombres libres. El centro de la nueva comunidad es Jesús; su espíritu es la unión, amistad y alegría propias de un banquete. El grupo procedente del judaísmo es anterior en el tiempo, pero no superior en dignidad.

El hecho de que en la comunidad estén juntos los discípulos judíos con gente sin religión (recaudadores y descreídos / pecadores), considerada impura y religiosamente discriminada, suscita la protesta de los maestros de la Ley, que pretenden mostrar a los discípulos lo impropio de la conducta de su maestro.

Jesús los rebate. Los que son fuertes son los que ocupan una posición de fuerza, los jefes (cf. Is 1,23-24; 3,1.2.25; 5,22; 22,3); los que se encuentran mal son los oprimidos (como en 1,32). Los letrados, que tienen fuerza y dominio, no sienten necesidad de un liberador; los despreciados y oprimidos por ellos sí la sienten, y la misión de Jesús es precisamente responder a esa necesidad.

La protesta de los potentes no se debe sólo a motivos religiosos, sino también al deseo de conservar su poder: no quieren que los oprimidos se emancipen y alcancen la libertad. La discriminación es para ellos un instrumento de dominio. Justos son los satisfechos de sí mismos que no desean cambio ni piensan necesitar salvación; pecadores, los que son conscientes de necesitarla.