Reflexiones Bíblicas

San Marcos 3,7-12

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús se retiró con sus discípulos a la orilla del lago, y lo siguió una muchedumbre de Galilea. Al enterarse de las cosas que hacia, acudía mucha gente de Judea, de Jerusalén y de Idumea, de la Transjordania, de las cercanías de Tiro y Sidón. Encargó a sus discípulos que le tuviesen preparada una lancha, no lo fuera a estrujar el gentío. Como había curado a muchos, todos los que sufrían de algo se le echaban encima para tocarlo. Cuando lo veían, hasta los espíritus inmundos se postraban ante él, gritando: "Tú eres el Hijo de Dios." Pero él les prohibía severamente que lo diesen a conocer. 


No se puede ser seguidor de Jesús, o formar una comunidad cristiana si en medio no están los dolores y las alegrías de nuestro pueblo. Nuestras enfermedades, nuestros desvelos, tantas injusticias como se dan en nuestro mundo también son oportunidad para encontrarse con Jesús. ¿Será por ello que en las sociedades más ricas se ha perdido el sentido religioso y otras económicamente necesitadas tienen una experiencia de Dios increíblemente cercano y vivo? ¿Es la razón de que me olvide saberme ya salvado?

Se puede vivir sin pensar y sin conocer a Dios, incluso hablando de Él. La prueba está en las grandes diferencias de nuestra tierra y la terrible insolidaridad, y en los comportamientos que, lejos de transparentar la experiencia del amor, manifiestan egoísmos, recelos, deseos de sobresalir a cualquier precio.

En los momentos de desconsuelo, cuando sientas que no hay salida, todavía: Él vive. Existe ese Dios que buscaban aquellos y aquellas que se veían perdidos. Existe Aquel en quien todo está en sus manos. Existe y es capaz de destruir toda la maldad.

Y una conclusión final, como dijo un gran santo, "que no busque ser consolado, sino consolar, ser comprendido, sino comprender, ser amado, sino amar...", y que los gozos, esperanzas, tristezas y angustias de mis hermanos y hermanas sean los míos.