Reflexiones Bíblicas
San Marcos 4,21-25

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.» Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene.»

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El candil puesto en el candelero, del que habla la Escritura, es nuestro Señor Jesucristo, luz verdadera del Padre que alumbra a todo hombre que viene al mundo (Jn 1,9). El candelero es la santa Iglesia. Es sobre su predicación que descansa la Palabra luminosa de Dios, que alumbra a los hombres del mundo entero como a habitantes de su casa, y que llena del conocimiento de Dios a todos los espíritus…

La Palabra no quiere de ninguna manera permanecer debajo del celemín; desea ser puesta en lugar evidente, en la cima de la Iglesia. La Palabra, escondida bajo la letra de la Ley, como bajo el celemín, hubiera privado a todos los hombres de la luz eterna. No hubiera podido dar la contemplación espiritual a los que buscan desembarazarse de la seducción de los sentidos, que sólo son capaces de captar ilusiones y prontos a percibir tan sólo las cosas materiales y pasajeras. Pero la Palabra puesta sobre el candelero que es la Iglesia, es decir, fundada sobre el culto en espíritu y en verdad (Jn 4,24), alumbra a todos los hombres… Porque la letra, si no se comprende según el espíritu, sólo tiene un valor material y limitado; ella sola no deja que la inteligencia capte toda la amplitud y profundidad de lo escrito…

Así que, con nuestros pensamientos y acciones, no pongamos bajo el celemín la lámpara que alumbra, es decir, la Palabra de Dios que ilumina la inteligencia. No seamos culpables de disimular bajo la letra, la fuerza incomprensible de la Sabiduría divina. Mejor que pongamos la Palabra sobre el candelero que es la Iglesia, en la cima de la contemplación que deja paso a la luz de la revelación divina.

San Máximo el Confesor (hacia 580-662), monje y teólogo