Reflexiones Bíblicas
San Marcos 12,28b-34

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J  

 

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Qué mandamiento es el primero de todos?" Respondió Jesús: "El primero es: "Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser." El segundo es éste: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo." No hay mandamiento mayor que éstos."

El escriba replicó: "Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios." Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo: "No estás lejos del reino de Dios." Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

COMENTARIOS

Hasta ahora se han presentado grupos, ahora lo hace un individuo, un letrado, que, según el esquema de Mc, es fariseo. Aunque pertenece al círculo de los adversarios de Jesús, su conciencia personal domina sobre su pertenencia al grupo dirigente. No pretende comprometer a Jesús, sino que, al ver la maestría con que interpreta la Escritura, busca solución a una cuestión muy debatida. El fondo de su pregunta es éste: qué es lo más importante para Dios según la tradición de Israel, cuál es la expresión suprema de su voluntad y lo primario en el comportamiento del hombre.

Jesús no solamente va a enunciar el mandamiento, sino que va a proclamarlo, tomando la exhortación de Moisés al pueblo; pero no nombra a Moisés ni cita explícitamente la Escritura, hace un llamamiento personal suyo, que es una invitación implícita a la enmienda.

Rectifica la pregunta del letrado: en la antigua alianza no había un solo mandamiento principal, sino dos, pues el amor-fidelidad a Dios era inseparable del amor-lealtad al prójimo. Para ser verdadero, el amor a Dios tenía que traducirse en amor al hombre.

Jesús echa así abajo la pretensión de muchas piedades religiosas, entre ellas la farisea, que pretenden honrar a Dios olvidándose del hombre.

El letrado manifiesta su pleno acuerdo con Jesús y ahora, ante la respuesta de éste, lo llama Maestro. El culto religioso según la Ley pierde su importancia. Invierte la escala de valores existente, según la cual el objetivo primordial de la vida del hombre era dar culto a Dios; se alinea con los profetas contra los sacerdotes. En el templo, donde están Jesús y el letrado, se pretende dar culto a Dios oprimiendo y explotando al pueblo: han eliminado el amor al prójimo.

Jesús aprecia la respuesta del letrado, viendo que es un hombre a quien interesa la verdad. La dificultad está en que el letrado quiere ser fiel a Dios, pero dentro de su tradición, sin deseo de novedad. Ha reconocido en Jesús un maestro, pero, como aparece en la perícopa siguiente, no puede darle su adhesión como Mesías.