Reflexiones Bíblicas

San Marcos 9,38-40

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros." Jesús respondió: "No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro." 

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Jesús rechaza enfáticamente todo sectarismo y exclusivismo. La participación en el proyecto de Jesús no es para grupos exclusivos. No es una nueva institución cerrada, ortodoxa y dogmática. El Reino es un proyecto en el que tienen cabida todas las personas de buena voluntad. Incluso, aquellos que sin confesarse públicamente pertenecientes al grupo trabajan por la misma causa. En las palabras de Juan dirigidas a Jesús se adivina una secreta ambición de grandeza y de prestigio. El grupo de discípulos pretende mantener su exclusividad en la misión de Jesús. Lejos de Jesús semejante pretensión.

Jesús invita a la apertura y a la tolerancia. Todos los que obren según el espíritu de Jesús son bienvenidos aunque no formen parte del grupo, de la organización o del movimiento. 

Hoy hablamos del pluralismo religioso. Es necesario entrar en dialogo con otras culturas, religiones, denominaciones. Pero no se puede establecer un acercamiento y un diálogo si pensamos que nosotros tenemos toda la verdad y los demás está definitivamente equivocados. Dialogo significa apertura, capacidad de escucha, tolerancia, respeto por la diferencia, valoración de lo positivo y verdadero que hay en el otro. Compartir riquezas mutuas para en crecimiento de todos. Ecumenismo, macroecumenismo, pluralismo religioso, dialogo interreligioso e intercultural son desafíos de la realidad actual globalizada e intercomunicada. Sin perder la identidad pero abierto a la diferencia. 

En las comunidades urbanas y rurales de nuestros países abundan grupos, movimientos, denominaciones, iglesias de diferentes tendencias y tradiciones. No podemos mirarlas con desprecio y tratarlas peyorativamente. Necesitamos una buena dosis de apertura y capacidad de diálogo para poder construir la comunidad humana cuyos valores fundamentales están inspirados en el evangelio.