Reflexiones Bíblicas

San Marcos 15,33-39;16,1-6

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media tarde. Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente: "Eloí, Eloí, lamá sabaktaní". (Que significa: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?") Algunos de los presentes, al oírlo, decían: "Mira, está llamando a Elías." Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber, diciendo: "Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo." Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo: "Realmente este hombre era Hijo de Dios." 

[Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago, y Salomé compraron aromas para ir a embalsamar a Jesús. Y muy temprano, el primer día de la semana, al salir el sol, fueron al sepulcro. Y se decían unas a otras: "¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?" Al mirar, vieron que la piedra estaba corrida, y eso que era muy grande. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco. Y se asustaron. Él les dijo: "No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús el Nazareno, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado. Mirad el sitio donde lo pusieron."] 

COMENTARIOS

Jesús es el camino que conduce al padre. Pero, no se trata de una autopista que ya está terminada. Jesús es camino en la medida en que nosotros optamos por caminar con él y le permitimos que oriente nuestros pasos.

El camino de Jesús no es un vía trillada y aburrida. Por el contrario, el evangelio mismo nos muestra cuan difícil es seguirle el paso y aceptar que su sendero pasa irremediablemente por la cruz. Por esto muchas veces preferimos los caminos seguros, aunque por dentro anhelemos la incierta ruta del Espíritu.

El seguimiento de Jesús se nos plantea como un desafío para la vida cristiana. Durante muchos años hemos tenido en mente el modelo de la imitación. Hoy, el Señor nos llama a que le sigamos. Nuestro derrotero es el de la comunidad apostólica: mujeres y hombres que encontraron en Jesús un camino para el encuentro con Dios a través del hermano pobre y marginado. 

Jesús fue una persona itinerante. No se dejó atar a ritualismos estériles ni a leyes farragosas. Su Espíritu se elevó más allá de la muerte y se incrustó en nuestra historia como testimonio permanente de una vida en proceso de transformación. Esta manera de ver y vivir la vida cristiana nos lleva a aventurarnos más allá de los caminos trillados, de las autopistas conocidas, para arriesgarnos en el estrecho y escarpado sendero de la vida cristiana. El verdadero discípulo de Jesús sabe que "se hace camino al andar".