Reflexiones Bíblicas

San Marcos 2, 1-12

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Cuando a los pocos días volvió Jesús a Cafarnaúm, se supo que estaba en casa. Acudieron tantos, que no quedaba sitio ni a la puerta. El les proponía la palabra. Llegaron cuatro llevando un paralítico, y como no podían meterlo por el gentío, levantaron unas tejas encima de donde estaba Jesús, abrieron un boquete y descolgaron la camilla con el paralítico. 

Viendo Jesús la fe que tenían, le dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados quedan perdonados". Unos letrados que estaban allí sentados, pensaban para sus adentros: "¿Por qué habla éste así? Blasfema. ¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?" 

Jesús se dio cuenta de lo que pensaban y les dijo: "¿Por qué pensáis eso? ¿Qué es más fácil: decirle al paralítico: "Tus pecados quedan perdonados", o decirle: "Levántate, coge la camilla y echa a andar?" Pues para que veáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados..., entonces le dijo al paralítico: "Contigo hablo: Levántate, coge tu camilla y vete a tu casa"". Se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos. 

Se quedaron atónitos y daban gloria a Dios diciendo: "Nunca hemos visto una cosa igual". 

COMENTARIOS

La costumbre religiosa atribuía la enfermedad a algún pecado cometido por la víctima o su familia. Por eso todo enfermo era marginado. El Maestro va de frente contra esa mentalidad, y manifiesta otra faceta del Reino: la reconciliación del género humano con Dios, y la salud del enfermo como testimonio elocuente de la presencia real del Salvador que nos abre a una nueva historia. Jesús supera las expectativas de la asamblea: no sólo sana, sino que cumple también el anhelo silencioso del género humano: recobrar la paz. Comienza por perdonar al enfermo marginado, y desde allí lo proyecta a ser una criatura nueva, capaz de caminar a paso firme. El mandato al paralítico suscita su salud y la liberación de la parálisis que sufren quienes no han descubierto a Jesús y su mensaje. Al liberar al paralítico de sus pecados, Jesús desata en su interior aquello que lo esclaviza exteriormente.

Sólo quien es libre en su interior puede desatar las trabas que le impiden abrirse al servicio de los demás. Quien recibe la Palabra de Jesús puede tomar su propia historia y, con ella a sus espaldas, dar testimonio de la Verdad al mundo de hoy, promoviendo la justicia, la paz, la esperanza y la fraternidad, construyendo espacios de vida plena para todos.