Reflexiones Bíblicas

San Marcos 7,24-30

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús fue a la región de Tiro. Se alojó en una casa, procurando pasar desapercibido, pero no lo consiguió; una mujer que tenía una hija poseída por un espíritu impuro se enteró en seguida, fue a buscarlo y se le echó a los pies. La mujer era griega, una fenicia de Siria, y le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: "Deja que coman primero los hijos. No está bien echarles a los perros el pan de los hijos." Pero ella replicó: "Tienes razón, Señor; pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños." Él le contestó: "Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija." Al llegar a su casa, se encontró a la niña echada en la cama; el demonio se había marchado.

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El evangelio lleva hoy aún más lejos las implicaciones de la opción cristiana por la Vida. Jesús emprende una nueva travesía, esta vez hasta la región de Tiro y Sidón, ubicadas al norte, fuera de Palestina, territorios del Líbano. Una región donde probablemente no es conocido. Entra en una casa con intención de no ser visto, sin embargo, se repite una escena recurrente en Marcos: la gente lo sigue y lo busca. Esta vez quien lo busca es una mujer sirofenicia. Ella ha oído hablar de Jesús, y aún siendo extranjera, irrumpe en la casa y se postra a sus pies. La necesidad y el amor a su hija la impulsan a romper las barreras de su cultura para buscar remedio en aquel extraño de quien ha oído hablar.

La respuesta de Jesús típicamente judía, presenta una división de la oferta del Reino: Los hijos y los perros. Aquellos han de saciarse "primero" lo que implica que para los perros existe un "después". El "pan" es suyo, con lo que queda fuera del alcance de los últimos, dejándolos fuera. Presenta un mundo partido en dos en donde sólo unos tienen acceso a las posibilidades de Vida y a otros les son negadas.

La mujer, tomando la parábola de Jesús propone una nueva alternativa social en la que los excluidos recuperan una posibilidad de vida. Ya no hay "un antes y un después", sino que hijos y perros, al mismo tiempo, alrededor de "una misma mesa" saborean "del mismo pan". No pide que le sea arrebatado el pan a unos para darlo a los otros, sino que retrata el compartir tranquilo de la práctica cotidiana de la solidaridad y el respeto. 

Las palabras de la mujer, según lo afirma el evangelista en boca de Jesús, producen el milagro. El mal que excluye y divide se diluye en la medida en que se generan sentimientos y acciones de inclusión e igualdad. 

La meta de toda iniciativa de formación cristiana ha de estar atravesada por el ideal de promover personas conscientes, capaces de trabajar, de expresarse y de defender sus propios derechos en el reconocimiento de los derechos de los demás, hacia la construcción un mundo armónico y pacífico basado en la justicia y la equidad.