Reflexiones Bíblicas

San Marcos 3,13-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J



Después subió a la montaña y llamó a su lado a los que quiso. Ellos fueron hacia él, y Jesús instituyó a doce para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar con el poder de expulsar a los demonios. Así instituyó a los Doce: Simón, al que puso el sobrenombre de Pedro; Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a los que dio el nombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; luego, Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago, hijo de Alfeo, Tadeo, Simón, el Cananeo, y Judas Iscariote, el mismo que lo entregó. 

Comentario del Evangelio por Santa Teresa del Niño Jesús : El misterio de la vocación 

No voy a hacer otra cosa sino: comenzar a cantar lo que he de repetir eternamente -¡¡¡las misericordias del Señor!!! (cf Sal 88,1)...Abriendo el Santo Evangelio, mis ojos han topado con estas palabras: “habiendo subido Jesús a un monte, llamó a sí a los que quiso; y ellos acudieron a él.” (Mc 3,13) He aquí, en verdad, el misterio de mi vocación, de toda mi vida, y el misterio, sobre todo, de los privilegios que Jesús ha dispensado a mi alma... El no llama a los que son dignos, sino a los que le place, o como dice san Pablo: “Dios tiene compasión de quien quiere y usa de misericordia con quien quiere ser misericordioso. No es, pues, obra ni del que quiere ni del que corre, sino de Dios, que usa de misericordia.” (Rm 9,15-16)

Durante mucho tiempo estuve preguntándome a mí misma por qué Dios tenía preferencias, por qué no todas las almas recibían las gracias con igual medida. Me maravillaba al verle prodigar favores extraordinarios a santos que le habían ofendido, como san Pablo, san Agustín, y a los que él forzaba, por decirlo así, a recibir sus gracias; o bien, al leer la vida de los santos a los que nuestro Señor se complació en acariciar desde la cuna hasta el sepulcro, apartando de su camino todo lo que pudiera serles obstáculo para elevarse a él... Jesús se dignó instruirme acerca de este misterio. Puso ante mis ojos el libro de la naturaleza, y comprendí que todas las flores creadas por él son bellas, que el brillo de la rosa y la blancura de la azucena no le quitan a la diminuta violeta su aroma ni a la margarita su encantadora sencillez...Jesús ha querido crear santos grandes, que pueden compararse a las azucenas y a las rosas; pero ha creado también otros más pequeños, y éstos han de contentarse con ser margaritas o violetas, destinadas a recrearle los ojos a Dios cuando mira al suelo. La perfección consiste en hacer su voluntad, en ser lo que él quiere que seamos.