Reflexiones Bíblicas

San Juan 17,11b-19

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. 

Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad." 

COMENTARIOS

Jesús ora al padre por sus discípulos para que los guarde del mal y los mantenga en la unidad filial y fraterna. La fragilidad de la naciente comunidad debe ser fortalecida por la comunión solidaria en torno al Padre por medio de Jesús. Es la única forma de resistir a las fuerzas adversas que atentan contra la fe de la comunidad. El mundo egoísta, ambicioso y autosuficiente rechaza a los seguidores de Jesús porque proponen un estilo de vida que cuestiona de raíz las estructuras vigentes. Estas estructuras están fundadas en una mentalidad de poder esclavizante. La propuesta de Jesús y de sus seguidores es de liberación integral de la persona humana. Propuesta que se hace fastidiosa para quienes se cierran al mensaje salvador de Jesús y de los suyos. La consagración de los seguidores de Jesús consiste en la dedicación a la obra que él en nombre del Padre les ha encomendado. 

El egoísmo y la ambición desmedida siguen estando a la raíz de todos los males del mundo contemporáneo. Asistimos a un periodo de guerras internas e internacionales que dejan muchas víctimas inocentes. El odio entre las personas, los pueblos y las naciones sigue siendo la ley que rige nuestro entorno social y cultural. Luego de más de dos mil años del acontecimiento salvífico el corazón obstinado del ser humano sigue cerrado al mensaje de salvación. Aún al interior de nuestras comunidades eclesiales existen serias divisiones, rencillas, separaciones que quitan autenticidad al anuncio del Reino. Preguntémonos: ¿qué actitudes impiden que nuestras comunidades sean signos creíbles del anuncio que hacemos y de la fe que profesamos? ¿Cómo vivimos nuestra consagración a la misión que Jesús nos ha encomendado?