Reflexiones Bíblicas
San Juan 14,21-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "El que acepta mis mandamientos y los guarda, ése me ama; al que me ama lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y me revelaré a él." Le dijo Judas, no el Iscariote: "Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?" Respondió Jesús y le dijo: "El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió. Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho."

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La fe en Jesús, la adhesión a su persona y estilo de vida es resultado de una opción personal. El seguidor de Jesús tiene que hacer suyos sus mandamientos y cumplirlos. Mandamientos en plural, que se derivan del único mandamiento, el mandamiento nuevo que nos dejó Jesús: «amaos los unos a los otros como yo os he amado». Este es el mandamiento que debe impregnar todo nuestro comportamiento, el que debe marcar nuestro estilo de vida, el que nos debe impulsar a desarrollar siempre una actividad a favor de las personas para ayudarles a conseguir su plena maduración. Quien ama así, será considerado hijo por el Padre y hermano de un Jesús que es la mejor manifestación de Dios, convertido en santuario donde Dios habita y lugar de revelación del Padre.

Pero Judas, no el Iscariote, espera otro tipo de manifestación; espera la vuelta gloriosa de Jesús, no sólo una manifestación a individuos, sino al mundo, pues no ha renunciado a su concepción mesiánica en clave de triunfo. Sin embargo, Jesús no va a manifestarse al mundo, porque su manifestación supone la aceptación de su amor, y el mundo, sociedad donde está vigente la injusticia, donde el propio interés causa la opresión, lo odia.

La transformación de la sociedad que Jesús propone no se hace por imposición. No hay cambio verdadero si no cambian los individuos, y ese cambio se va logrando por la actividad del amor. Por eso, en respuesta a Judas, Jesús repite lo antes dicho: La adhesión a él es inseparable de su mensaje del amor, que se despliega en sus mandamientos. 

Como consecuencia de todo, El Padre y Jesús establecerán su morada en el discípulo, convirtiéndolo a éste en santuario donde Dios habita, como expresión de la máxima dignificación del ser humano. Cada persona, convertida en santuario de Dios, manifestación de Dios, que vive con él en la intimidad de una nueva familia. Cada uno de los seguidores de Jesús, a partir de ahora, será morada de Dios.

Insiste Jesús en que su mensaje es el del Padre. Es el mensaje que muestra a los oprimidos el medio de salir de la opresión, invitando a un éxodo fuera de un sistema injusto (10,2-4), abre los ojos para que las personas conozcan su dignidad según el designio de Dios (9,lss) y hace caminar a los paralizados por las ideologías opresoras (5,3ss); es el amor manifestado en el compartir, que da a todos su independencia y los libera de la explotación (6,8ss). Practicarlo significa tener el Espíritu de Jesús.

Pero será el Espíritu quien les hará comprender todo lo que Jesús ha dicho. Muchos aspectos de la vida y mensaje de Jesús están aún oscuros para ellos, pero tendrán el valedor, que les ayudará en todo lo que necesiten. 

Se le llama ahora «el Espíritu Santo»; es «santo» porque pertenece a la esfera divina, pero es al mismo tiempo «santificador», "consagrador" porque separa al ser humano de la tiniebla, del mundo perverso, y lo instala en la zona de Dios, la de la luz y la vida. La separación no se efectúa de modo material o local, sino interior, haciendo semejante a Jesús, el Consagrado por Dios (10,36), por la infusión de un amor que responde al suyo (1,16), con la actividad de una misión como la suya.

El Espíritu no habla de sí mismo, hace recordar y comprender lo enseñado por Jesús. Este papel que desempeña en la comunidad lo señala como el espíritu profético, que transmite a la comunidad mensajes del Señor. Jesús, hecho presente por su Espíritu, será el maestro de la comunidad.