Reflexiones Bíblicas

San Juan 3,1-8

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J





Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: "Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él". Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios. " Nicodemo le preguntó: "¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?". Jesús le respondió: "Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: 'Ustedes tienen que renacer de lo alto'. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu". 

Comentario del Evangelio por : San Serafín de Sarov (1759_1833) monje ruso 

"Nacer del agua y del Espíritu"


El día de Pentecostés, el Señor envió solemnemente el Espíritu Santo en forma de un viento recio...Esta gracia fulgurante del Espíritu Santo se nos ha conferido a todos nosotros, fieles de Cristo, en el sacramento del bautismo, por medio de la unción con el santo crisma. Los principales miembros de nuestro cuerpo fueron marcados con el óleo santo...con las palabras: "el sello del Espíritu Santo". Pues bien ¿dónde ponemos nuestro sello sino en los recipientes que contienen algo particularmente precioso? Y ¿qué hay de más precioso en el mundo y más sagrado que los dones del Espíritu Santo enviados desde arriba en el sacramento del bautismo?

Esta gracia bautismal es tan grande, tan importante, tan vivificante para el hombre que ni siquiera en el caso de volverse hereje, no se le quitará hasta su muerte, es decir, hasta el final de las pruebas de la existencia terrena, fijada por la Providencia, para darle siempre una oportunidad de rectificar su camino... Cuando un pecador, reconducido a la vida por la sabiduría divina siempre en busca de nuestra salvación, se decide volver a Dios para escapar a la perdición, tiene que seguir el camino del arrepentimiento... y esforzarse, actuando en nombre de Cristo, a responder al Espíritu Santo que dentro de nosotros prepara el reino de los cielos.