Reflexiones Bíblicas
San Juan 14,1-6

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, żos habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino." Tomás le dice: "Seńor, no sabemos adónde vas, żcómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí."

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Jesús acaba de fundar su comunidad, dándole por estatuto el encargo encarecido del amor. Ahora va a explicarle cuál es su relación con el Padre y con él, que quedará establecida cuando él se marche. Los suyos serán miembros de la familia del Padre, y éste estará entre ellos como entre sus hijos. Pero esa presencia no será estática, en un templo, sino dinámica, acompańándolos en su éxodo, en su salida de sí mismos hasta dar la vida, si fuese necesario por amor a los demás. El camino es Jesús; la meta es el Padre mismo.

Ellos, no obstante, se quedan intranquilos. Por eso Jesús los invita a no perder la calma practicando su estilo de vida. De este modo podrán ser hijos de Dios. Ellos, los que lo siguen, van a ser integrados en la familia del Padre; Jesús va a prepararles sitio. Tal será el fruto de su marcha, que es su muerte, por la que les comunicará el Espíritu. Jesús volverá para acoger a los suyos; es decir, a través de la unión con él, producida por el Espíritu, sus discípulos entrarán en el hogar del Padre. La frase donde estoy yo (cf. 7,34.36; 12,26) seńala la esfera de Dios, en la que Jesús estaba desde el principio por la comunicación plena del Espíritu a él (1,32ss). Los demás hombres la alcanzan gracias al nuevo nacimiento (3,5). A partir de ahí han de crecer, recorriendo, por la práctica del amor, un camino de semejanza con el Padre. Ese es el éxodo que los irá alejando cada vez más del mundo injusto. Cuando lleguen al don total de sí, quedará realizado en ellos el proyecto divino. 

Como en el caso de Jesús, el camino hacia el Padre es la práctica del amor leal. Tomás, sin embargo, que estaba dispuesto a morir con Jesús (cf. 11,16), piensa que el camino termina en la muerte; para él, ésta no es un tránsito, sino un final. De ahí que no sepa adónde se marcha Jesús ni entienda adónde tienen que ir ellos. 

Jesús le responde: él es el único camino, porque sólo su vida y su muerte muestran a la persona humana el itinerario que lo lleva a realizarse, a la plenitud de vida. El camino supone una meta, y ésta es el Padre; la verdad, implica un contenido, y éste es la vida (1,4). Y Jesús es la vida porque es el único que la posee en plenitud y puede comunicarla (5,26). Por ser la vida plena es la verdad total, que expresa la plena realidad del ser humano y de Dios. 

Desde el punto de vista del discípulo, Jesús es la vida porque de él la recibe por el nuevo nacimiento; esta nueva vida experimentada y consciente es la verdad que él percibe sobre sí mismo y sobre Dios, que le manifiesta su amor; el camino, que es la asimilación progresiva a Jesús, da un carácter dinámico de crecimiento a su vida y verdad. Desde el principio, la vida se revela en el discípulo como verdad, pero, a medida que progresa en ella, la va descubriendo cada vez más. 

El camino ha quedado expresado en el mandamiento de Jesús (13,34s); la verdad, en «su barro», el que puso en los ojos del ciego (9,6); la vida es el Espíritu que comunica. 

El Padre no está lejano; su presencia es inmediata una vez que el ser humano ha nacido del Espíritu. El acercamiento al Padre que el cada uno ha de efectuar es el de la semejanza, la realización en sí mismo del ser de hijo (1,12), siguiendo las huellas de Jesús.