Reflexiones Bíblicas
San Juan 16,20-23a

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada."

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El camino del cristiano es un camino de esperanza y de alegría, un camino de fecundidad y vida aunque tenga que pasar por momentos de oscuridad, persecución y muerte. La tristeza debe ser en el discípulo un estado pasajero; su estado habitual debe ser la alegría, esa virtud cristiana por excelencia basada en la profunda convicción de que la vida triunfa sobre la muerte, el amor sobre el odio, la libertad sobre la esclavitud, la igualdad sobre la jerarquización de la sociedad, el servicio sobre el poder. La tristeza del aparente fracaso del cristiano se convertirá en semilla de alegría y vida, como la tristeza y angustia de la mujer ante el nacimiento de su hijo desaparecen totalmente cuando el niño ha venido al mundo.

Con la imagen de la mujer que da a luz se alude en este pasaje a un nuevo comienzo del género humano, al nacimiento de una nueva humanidad. Ésta nace como fruto de un desgarro, expresado en términos de muerte o dolor. De hecho, Jesús va a dar su vida para crear el hombre nuevo; pero también los sufrimientos de los suyos, perseguidos por el orden injusto, son dolores de parto de la humanidad nueva. Su muerte representa los dolores de parto; su resurrección, el nacimiento del nuevo hombre. La condición de Jesús resucitado no deja, por tanto, de ser humana; es la plenitud de existencia que Dios ha destinado al ser humano. De este modo, la imagen del parto, que incluye dolor y alegría, se sitúa en una doble perspectiva: por una parte, la de la muerte-resurrección de Jesús; por otra, la de la tristeza-alegría de los discípulos en el futuro, pues la persecución e incluso la muerte serán prenda de alegría y vida. 

El gozo de la comunidad estribará en la presencia de Jesús resucitado, signo de la vida invencible. Una vez que los discípulos hayan visto el triunfo de la vida sobre la muerte, la alegría será permanente. Cuando llegue aquel día, comprenderán. Entonces, la experiencia del Espíritu responderá a todas las preguntas.