Reflexiones Bíblicas
San Juan 11,19-27

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá." Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará." Marta respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día." Jesús le dice: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo."

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Compasión, en su sentido más profundo, no es mera piedad, sino un compartir una pena, una especie de unión. Tampoco se reduce a puro sentimiento. Se expresa en la acción, en el alivio del dolor de los demás. En el contexto bíblico, la compasión se desarrolla en las obras de misericordia. Alimentar, vestir, dar cobijo, liberar, dar de beber, visitar, enterrar, educar, aconsejar, corregir, soportar, perdonar, alentar... todo esto son obras de misericordia. Aunque broten del corazón y se dirijan también al corazón, no se reducen a sentimientos o emociones. Son también actividades que se realizan con los demás, son actos que obran la justicia (M. Fox).

Compasión es una palabra llena de sentido. Significa participar de la misma pasión, compartir el mismo sufrimiento, compartir la misma agonía, aceptar en mi corazón el dolor del tuyo. Tu dolor me cuestiona. Afecta a mi corazón. Suscita algo dentro de mí y yo me uno a tu dolor. Tal vez no alivie tu dolor, pero al comprenderlo y compartirlo, te hace posible soportarlo de una manera que enaltece tu dignidad y te ayuda en tu propia superación (Jean Vanier).

Una viva ilustración de lo que es la compasión la hallamos en la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10, 35), quien realiza actos concretos, como acercarse al herido, derramar vino y aceite sobre sus heridas, vendarlo, montarlo sobre su asno, etc.

Jesús mostró compasión cuando curó a los ciegos, limpió a los leprosos, enseñó a los ignorantes, resucitó a los muertos y alimentó a los hambrientos. Los Evangelios nos dicen, con frecuencia, que Jesús se conmovió , es decir, tuvo piedad y compasión al contemplar el dolor de la gente que sufría. Jesús amó al prójimo en el más amplio sentido de la palabra.

Jesús instó a sus discípulos a que se 

amaran unos a otros, como Él los amaba (Juan 13, 34). 

*El Amor a Dios y el amor al prójimo son dos y, sin embargo, es uno (... ) porque Dios habita en nuestro prójimo; y así el amor al prójimo se convierte en Amor Dios. Y así como el dolor de Dios está en el dolor del prójimo, servicio al dolor del prójimo se convierte en servicio al dolor de Dios 

Kazoh Kitamorí).

El magisterio de Jesús estaba íntimamente relacionado con su misión de salvación. Fue enviado por Dios 

para llevar la buena nueva a los pobres ( ... ) para proclamar la libertad a los cautivos, para dar la vista a los ciegos, para liberar a los oprimidos (Lucas 4, 18). 

Jesús cura para poder, también, salvar a la persona. No se preocupa únicamente de curar un órgano o un miembro que no funciona. Cura de manera que la persona enferma pueda salir de sus pecados y creer en Dios.

Hay que tener en cuenta que los milagros curativos fueron realizados dentro de un contexto determinado. La humanidad del siglo veinte puede sentirse tentada a probar los milagros por medio de un análisis científico. Los contemporáneos de Jesús veían los milagros como signos o símbolos, más que como maravillas. Por ejemplo, cuando devolvió la vista al ciego de nacimiento (Juan 9, 1-41), Jesús trataba de enseñar al pueblo que Él era la verdadera luz del mundo. Al resucitar a Lázaro de entre los muertos (Juan 11, 1-44), Jesús estaba revelando que Él era el manantial de la vida.