Reflexiones Bíblicas
San Juan 7,40-53

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: "Éste es de verdad el profeta." Otros decían: "Éste es el Mesías." Pero otros decían: "¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?" Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: "¿Por qué no lo habéis traído?" Los guardias respondieron: "Jamás ha hablado nadie como ese hombre." Los fariseos les replicaron: "¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos." Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: "¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?" Ellos le replicaron: "¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas." Y se volvieron cada uno a su casa.

COMENTARIOS

El texto del evangelio revela hoy las posiciones encontradas que provoca Jesús respecto a la procedencia y autoridad del Mesías. La más radical es la de los supuestos sabios y entendidos de Israel: rechazan que el Mesías pueda provenir de Galilea. Para ellos era impensable que de aquella región de mala fama pudiera provenir el Ungido. El argumento aparente es la profecía que señala al Mesías como descendiente de David, y dice que procederá de Belén, el pueblo de su gran antepasado (Mi 5,1; Mt 2,6). Pero en el fondo es impensable también que un galileo pueda ostentar el título de Mesías porque, según la mentalidad de los dirigentes religiosos enconchados en Jerusalén, Galilea es tierra de gentiles; primero, porque hay allí predominio de griegos y otros extranjeros, y los pocos judíos que viven en la región son harto laxos con respecto al rigorismo legal que se respira en la capital; por lo tanto, en la práctica son como gentiles; cargan sobre sí por antonomasia la maldición de la Ley, pues dice Dt 27,26: "maldito el que no respete las instrucciones de esta ley y lo ponga en práctica" (cf. Dt 28,15-16; Jn 7,49). A este paso, pues, no hay un solo punto a favor para aceptar el mesianismo de Jesús. "La Ley", ¡siempre la Ley!, se opone a ello.

Los prejuicios para no reconocer la divinidad de Jesús suelen ser hoy de tipo "científico": sólo se cree lo que se puede probar. Pero la fe de los humildes sigue, todavía hoy, no necesitando pruebas.