Reflexiones Bíblicas
San Juan 3,1-8

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

Había un fariseo llamado Nicodemo, jefe judío. Éste fue a ver a Jesús de noche y le dijo: "Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro; porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él." Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios." Nicodemo le pregunta: "¿Cómo puede nacer un hombre, siendo viejo? ¿Acaso puede por segunda vez entrar en el vientre de su madre y nacer?" Jesús le contestó: "Te lo aseguro, el que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: "Tenéis que nacer de nuevo"; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu."

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El evangelista Juan nos presenta hoy un fragmento del encuentro de Nicodemo con Jesús. Juan, amigo de los detalles, dice que Nicodemo va a ver a Jesús de noche, y salta a la vista que es por temor a las autoridades judías. Nicodemo es fariseo y "una autoridad entre los judíos"; no quiere ser acusado de ‘traición a la patria’ por simpatizar con Jesús y entrevistarse con Él. Pero a lo largo del diálogo descubrimos un sentido más profundo de lo que quiere decir Juan con la ambientación de ese encuentro "de noche". Para él, noche es símbolo de tinieblas, de oscuridad, a veces hasta de ignorancia, pero también de hostilidad a todo lo que refleja la verdad, a la luz que es el mismo Jesús.

Nicodemo refleja en sus palabras un conocimiento acertado de la misión de Jesús. No lo ve como a un endemoniado, un pretencioso o un embaucador, estigmas con que lo tildan sus colegas fariseos y altos personajes de la ortodoxia judía. Para este hombre recto, si Jesús no actuara en nombre de Dios no podría realizar los signos que realiza, sus palabras no tendrían suficiente autoridad, y él mismo no se acercaría a hablarle.

El Señor, que escruta los corazones, acoge a este fariseo noble y sediento de verdad, y en medio de la noche le comunica claridades que lo harán salir un día del sigilo nocturno para dar testimonio de su adhesión al Crucificado en el cadalso mismo (Jn 19, 39).