Reflexiones Bíblicas
San Juan 15,9-11

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."

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El Padre demostró su amor a Jesús comunicándole la plenitud de su Espíritu (1,32s), su gloria o amor fiel (1,14). Jesús demuestra su amor a los discípulos de la misma manera, comunicándoles el Espíritu que está en Él (1,16; 7,39). La unión a Jesús-vid, expuesta en la perícopa anterior (15,lss), se expresa ahora en términos de amor. Como respuesta permanente al amor que les ha mostrado, pide Jesús a sus discípulos que vivan en el ámbito de ese amor suyo (cf. 15,4). Tal es la atmósfera gozosa en que se mueve el seguidor de Jesús.

Pone en paralelo la relación de los discípulos con Él y la suya con el Padre (10,15); la fidelidad del amor se expresa en ambos casos por la respuesta a las necesidades de los hombres (cumplir los mandamientos del Padre / de Jesús). Los mandamientos o encargos del Padre a Jesús se identifican con su misión, la de ofrecer a la humanidad la plenitud de vida.

El criterio objetivo que permite verificar la unión del discípulo con Jesús y con el Padre es el amor de obra (cf. 1 Jn 3,14); éste amor demuestra la autenticidad de la experiencia interior. Es decir, la praxis de los discípulos asegurará la unión con Jesús, la permanencia en el ámbito de su amor. No existe amor a Jesús sin compromiso con los demás.

La alegría es objetiva, por el fruto que nace (15,8), y subjetiva, porque el amor practicado renueva en el discípulo la experiencia del amor del Padre. Los discípulos, por entregarse como Jesús, viven circundados por su amor. Pero además, Jesús comparte con ellos su propia alegría, la que procede del fruto de su muerte y de su experiencia del Padre; así lleva a su colmo la de los discípulos. Éstos, por tanto, deben integrar su experiencia de alegría en otra más amplia, la de Jesús, pues el fruto que producen ellos es parte del que produce en el mundo entero el amor de Jesús demostrado en su muerte, y la experiencia del Padre que tienen ellos es una participación de la plena comunión con el Padre que posee Jesús.

Como se ve, la relación de los discípulos con Jesús no tiene un carácter adusto, sino alegre; a continuación va a formlarse en términos de amistad.