Reflexiones Bíblicas
San Juan 16,20-23a

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Os aseguro que lloraréis y os lamentaréis vosotros, mientras el mundo estará alegre; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en alegría. La mujer, cuando va a dar a luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero, en cuanto da a luz al niño, ni se acuerda del apuro, por la alegría de que al mundo le ha nacido un hombre. También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros, y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Ese día no me preguntaréis nada."

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La mujer, determinada, es figura de la humanidad (cf. Is 26,17, donde la embarazada es imagen del pueblo, e Is 66,8, donde es la ciudad de Sión la que da a luz a sus hijos). En contexto de creación, tema que ha comenzado a partir del prólogo (1,1ss), la imagen evoca a Eva, la madre de los vivientes. Se alude así en este pasaje a un nuevo comienzo del género humano, al nacimiento de una nueva humanidad. Ésta nace como fruto de un desgarro, expresado en términos de muerte o dolor. De hecho, Jesús va a dar su vida para crear el hombre nuevo; pero también los sufrimientos de los suyos, perseguidos por el orden injusto, son dolores de parto de la humanidad nueva.

A continuación, aplica Jesús el tema de la tristeza-alegría a los acontecimientos de su muerte-resurrección (ahora sentís tristeza, etc.). Los pone así en paralelo con la imagen de la mujer que había usado antes: su muerte representa los dolores de parto; su resurrección, el nacimiento del Hombre. La condición de Jesús resuci tado no deja, por tanto, de ser humana; es la plenitud de existencia que Dios ha destinado al hombre.

De este modo, la imagen del parto, que incluye dolor y alegría, se sitúa en una doble perspectiva: por una parte, la de la muerte-resurrección de Jesús; por otra, la de la tristeza-alegría de los discípulos en el futuro, pues la persecución e incluso la muerte serán prenda de alegría y vida.

El gozo de la comunidad estribará en la presencia de Jesús resucitado, signo de la vida invencible. Una vez que los discípulos hayan visto el triunfo de la vida sobre la muerte, la alegría será permanente. Cuando llegue aquel día, comprenderán. Entonces, la experiencia del Espíritu responderá a todas las preguntas.