Reflexiones Bíblicas
San Juan 16,23b-28.

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J

 

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo os aseguro, si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre."

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Declaración solemne: Los discípulos tienen pleno acceso al Padre, cuya paternidad los abraza a ellos. El acceso existe en unión con Jesús. No es Jesús un mediador que distancie del Padre; al contrario, lleva a los discípulos hasta Él. Jesús subraya la eficacia de la petición (si le pedís algo... os lo dará). Al poner como única condición que sea hecha en unión con Él, su objeto ha de estar incluido en el ámbito de la obra de Jesús (10,10: yo he venido para que tengan vida y les rebose). Todo lo que contribuye a la vida individual o comunitaria, o a la comunicación de vida a otros, puede ser objeto de petición.

Jesús exhorta a pedir con la seguridad de recibir. La experiencia del Padre asequible y generoso llena de alegría. Se refiere a la hora de su vuelta. Su información sobre el Padre no serán explicaciones de palabra, sino la que procura la experiencia del Espíritu. Éste hará superflua toda comparación, el conocimiento del Padre les será connatural.

No existe un Dios severo y un Jesús mediador (el Padre mismo os quiere), sino un Dios Padre que ama a los hombres Y que hace presente su amor en Jesús. El amor del Padre a los discípulos tiene por fundamento la adhesión de éstos a Jesús, su cariño a Él como amigos y su fe en su procedencia. Como Jesús (15,15), también el Padre quiere a los discípulos como a amigos (querer, no "amar"). Ni uno ni otro dominan al hombre; están a su favor y se ponen a su servicio (6,11; 13, 4ss).

De hecho, Dios ofrece su amor al mundo entero (3,16), pero el amor no es completo mientras no sea mutuo. Su amor, dador de vida, es ayuda eficaz, pero sólo adquiere realidad cuando encuentra respuesta. No se impone, se ofrece como don gratuito.

Jesús resume su itinerario: desde el Padre hasta el Padre (cf. 13,3). Salir del Padre significa no sólo ser enviado por Él (5,36.38), sino ser Jesús la realización del proyecto que Dios tenía desde el principio (1,1.14).