Reflexiones Bíblicas
San Juan 17,20-26

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre santo, no sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado. También les di a ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en ellos, y Tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.

Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con ellos."

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Jesús ensancha el horizonte de su comunidad a épocas sucesivas. Está seguro de que su obra continuará. El llamado mensaje del Padre (6.7) y mensaje de Jesús (14,23), lo es también de los discípulos (su mensaje). Es decir, el mensaje no ha de ser para ellos una doctrina aprendida ni han de proponerlo como por encargo de otro; ha de comunicarse como experiencia y convicción propias. Al ser difundido por los discípulos, ha de producir la adhesión a Jesús, punto de referencia para todos los tiempos.

La petición de Jesús para su comunidad de toda época es la unidad, expresión y prueba del amor, presencia de la gloria. El modelo de esta unidad, que la eleva a la calidad de ideal, es la que existe entre el Padre y Jesús, basada en la comunidad de Espíritu, en el mutuo amor (14,31; 15,10). Jesús señala de nuevo el distintivo de su comunidad y la novedad que representa en medio del mundo.

La unión entre los miembros de la comunidad es condición para la unión con el Padre y Jesús. Sólo el verdadero amor permite el contacto con ellos, cuyo ser es el amor fiel. Se establece así la comunidad de los hombres con Dios (que también ellos lo estén con nosotros). No una doctrina, sino la perfecta unión de amor mutuo entre los discípulos, que los asocia al mundo divino, será la prueba convincente de la misión divina de Jesús.

La gloria-amor del Padre (el Espíritu) que Jesús ha recibido (1,14) constituye al Hijo (1,32.34) uno con el Padre (10,30). La comunicación de esa gloria a los discípulos produce su unión con Jesús, a través del cual obtienen la unión con el Padre. La comunidad es así el nuevo santuario, donde brilla la gloria-amor de Dios.

De esa unidad perfecta, fruto del amor incondicional, dependen dos hechos: El primero, que atañe a las individuos y a la comunidad, es la realización del proyecto divino en ellos, es decir, su desarrollo hacia la plenitud. El segundo, que se refiere a la misión, es la fe de la humanidad en la misión divina de Jesús. La unidad de los discípulos se manifiesta en la comunión de ideales, en la amistad y en la dedicación a un proyecto común. Este es el testimonio válido ante los hombres, el único argumento capaz de convencerlos.

Lo antes dicho sobre "la gloria" lo expresa ahora Jesús en términos de "amor", mostrando la equivalencia de ambas realidades. En efecto, la gloria que el Padre le ha dado y que Él da a sus discípulos es la demostración del amor del Padre a Él y a ellos. La gloria-amor se identifica con el Espíritu, con el que el Padre comunica a sus nuevos hijos la capacidad de amar hasta el final, como Jesús. Así, lo mismo que éste, con su actividad, manifestaba a Dios como Padre, es decir, como don de sí generoso y total, lo mismo harán los suyos.

Los versículos 24-26 constituyen la conclusión de la oración de Jesús. El término "quiero" muestra la libertad del Hijo (13,3); expresa su designio, que es el mismo del Padre. "Estar con Él" (que estén conmigo, cf. 14,3) denota la condición de hijos, correspondiente a la suya. Este designio de Jesús abarca tanto al grupo allí presente como a la comunidad del futuro.

"Contemplar su gloria" equivale a experimentar su amor (1,14) y responder a él (1,16). Jesús recibió la plenitud de la gloria-amor porque el Padre lo amaba antes que existiera el mundo. En Él se ha hecho realidad el proyecto creador (1,1; 17,5), que el Padre había concebido como expresión total de su amor, y cuya realización en Jesús preveía desde el principio.

En sus últimas palabras resume Jesús el contenido de su oración. Expone al Padre la diferencia entre el mundo que lo rechaza y Él y los suyos, para que el "Padre justo" los honre (12,26). Alude a su actividad pasada con los discípulos (les he dado a conocer tu persona, cf. vv. 4.6) y afirma su propósito para el futuro (aún se la daré a conocer, cf. vv. 1.5): manifestar el ser del Padre, dando vida. La cruz, ya cercana, será la revelación plena y definitiva de la persona del Padre; en ella se manifestará todo el alcance de su amor.

Quiere que, para el Padre, los discípulos sean como Él, que gocen del mismo amor de que Él ha gozado, y que así pueda Él hacerse uno con ellos. Los discípulos perpetuarán así su presencia y la del Padre en medio de la humanidad. De hecho, Jesús pide por los suyos teniendo presente a la humanidad entera.

Ha llegado el final de la actividad de Jesús; desde ahora no podrá seguir actuando. Lo pone todo en manos del Padre, cuya presencia se hace más visible en este momento.