Reflexiones Bíblicas
San Juan 21,20-25

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

En aquel tiempo, Pedro, volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús tanto amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: "Señor, ¿quién es el que te va a entregar?" Al verlo, Pedro dice a Jesús: "Señor, y éste ¿qué?" Jesús le contesta: "Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme." Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: "Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?"

Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que los libros no cabrían ni en todo el mundo.

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Ahora que Pedro sabe el final del camino, Jesús lo invita a comenzar el seguimiento (cf. 13,36). Es la misma invitación que hizo a Felipe al principio del evangelio (1,43). Pedro tiene que vol­ver al inicio del discipulado, donde estaba Felipe; tiene que ir aprendiendo de nuevo toda la vida de Jesús, hasta llegar a la cruz, como Él.

Pedro se vuelve, cambia la dirección de su marcha, para iniciar su seguimiento; es su respuesta a la invitación que ha recibido. Ve entonces al discípulo que nunca ha dejado de seguir a Jesús y que continúa siguiéndolo. El evangelista caracteriza a este discípulo recordando el episodio de la Cena, donde su intimidad con Jesús lo hizo el único confidente de la identidad del traidor (13,25s). Marca así la diferencia entre este discípulo y Pedro en la cercanía a Jesús y la confianza con él; por otra parte, recuerda al traidor. También Pedro ha estado en peligro de perderse; pero, por no haber dado el paso atrás, volviendo al sistema injusto, éste lo ha rescatado.

Ver al otro discípulo provoca en Pedro una reacción. Está seguro de la fidelidad de aquel discípulo, pero no de la suya propia. Ahora que Jesús lo ha invitado a seguirlo y le ha anunciado como meta de su vida una muerte como la suya, piensa hacerlo con mayor seguridad yendo detrás de aquel que acompañó a Jesús hasta la cruz (19,26s). Por eso pregunta qué va a ser del otro: imitándolo a él evitará toda desviación. El uso del sobrenombre solo (Pedro) indica que su actitud no es aún la que Jesús espera.

Jesús no contesta a la pregunta. Afirma en primer lugar que el porvenir del otro discípulo depende de él y que no es cosa que interese a Pedro. No importa lo que pase con el otro; la ruta de cada uno es independiente.

En las palabras de Jesús, el futuro de su comunidad aparece como el período en que acaece su venida. La expresión mientras sigo viniendo enlaza las venidas futuras con las que ya han tenido lugar; de ellas, la tercera, en contexto de misión, ha sido el paradigma de sus llegadas en la eucaristía. Esta situación se prolongará en el tiempo hasta un momento que Jesús no precisa. Es la etapa en que irá extendiéndose el reino de Dios y acabándose la obra creadora en la humanidad, hasta que se realice el proyecto divino en todos aquellos que en épocas sucesivas respondan al mensaje de la vida. El ciclo de la creación culminará con la victoria final sobre la muerte.

Jesús repite con mayor énfasis su invitación anterior a Pedro («Tú, sígueme a mí»). No admite que se le pueda seguir a través de un intermediario. Cada discípulo está unido directamente a Jesús, es objeto de su amor y recibe de Él el Espíritu, que identifica con Él e impulsa a seguirlo. Seguir a otro discípulo acabaría en el fracaso, pues todo intermediario impediría la unión íntima que Jesús establece con los suyos (10,14s; 14,21). Sólo Él conoce a cada uno por su nombre (10,3), penetra en su interior (2,25) y puede comunicarle la fuerza de su amor.

No se puede tener otro guía, ni siquiera el más cercano a Jesús. No hay más camino que el suyo (Tú, sígueme a mí). La respuesta de Pedro a la invitación de Jesús la dará la historia personal del discípulo.

Los discípulos coinciden todos en la dirección del seguimiento, detrás de Jesús, el único modelo, para llegar a la entrega total. Sin embargo, en la tarea común, trabajando en favor del hombre, cada uno va expresando su propia respuesta al amor que recibe.

Se deshace un equívoco. Los cristianos se llaman "los hermanos", como los ha llamado Jesús (20,17: mis hermanos). Termina el evangelio repitiendo el dicho de Jesús sobre el discípulo predilecto, que recuerda a todos la independencia que Él da y extiende a todos la advertencia hecha a Pedro. Realza así la dignidad de cada discípulo y su vinculación a su persona.

La comunidad presenta al autor del evangelio y avala su testimonio. Identifica al evangelista con el discípulo predilecto de Jesús; es decir, ve reproducidos en la figura de autor del evangelio los rasgos con que éste ha caracterizado al discípulo modelo. Esta afirmación asegura al lector de que la figura de Jesús descrita en el evangelio responde al sig­nificado profundo de su persona.

El testimonio de la comunidad, que ratifica el del evangelista (19,35), extendiéndolo a la obra entera, no significa una constatación material de la correspondencia exacta de los hechos narrados con episodios de la vida de Jesús; se sitúa en la línea de la experiencia. Habiendo aceptado el testimonio dado por el evangelista, la comunidad ha llegado a una vivencia semejante a la suya, que le confirma la veracidad del primer testigo; saben que es digno de fe, es decir, que ese testimonio está en consonancia con su propia experiencia personal de Jesús.

La hipérbole usada por el evangelista tiene su sentido. Declara que lo escrito es sólo una muestra de las muchas cosas que hizo Jesús. Para conocerlo, por tanto, no es necesaria una plena información histórica sobre su persona; basta comprender su signifi­cado esencial.