Reflexiones Bíblicas
San Juan 1,35-42

Autor: Padre Juan Alarcón Cámara S.J 

 

 

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: "Éste es el Cordero de Dios." Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: "¿Qué buscáis?" Ellos le contestaron: "Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?" Él les dijo: "Venid y lo veréis." Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: "Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo)." Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: "Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro)."

COMENTARIOS

KOINONÍA 2008

La primera lectura de hoy nos llama a vivir bajo el influjo de Dios y a no extraviarnos por la acción del maligno. Hoy vemos que el éxito en el mundo se mide por lo que las personas tienen materialmente, en contraposición al llamado de Jesús a atesorar para el cielo y evitar la codicia. Vivimos tiempos de globalización y competencia que a menudo nos distraen de nuestra misión; nos olvidamos de que ser hijos de Dios nos obliga a vivir en búsqueda del bien comunitario, a compartir, a ser solidarios, acogedores, y a procurar por todos los medios a nuestro alcance que el amor sea el centro de nuestras acciones.

El evangelio nos recuerda el llamado personal que realiza Jesús a sus discípulos, y el testimonio de Juan Bautista, quien reconoce a Jesús como el Mesías esperado por el pueblo y lo llama "Cordero de Dios". Llamar a Cristo el Cordero de Dios es recordarnos que el significado de su vida y de su muerte es arrancarnos del poder de la muerte. El llamado de Jesús tiene una connotación de desprendimiento, de dejarlo todo para seguir sus pasos día tras día. El seguimiento exige conversión, una ruptura con el modo en que el mundo entiende la vida y la felicidad. Seguir a Jesús es un llamado a buscar la santidad, que no es otra cosa sino cumplir plena y cabalmente la voluntad de Dios. Jesús es el modelo a seguir, el Maestro que nos ha dejado todas sus enseñanzas y recomendaciones para volver al Padre y amarlo con todas las fuerzas de nuestra alma.